Entre sus brazos

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3 años después.

Nayeon era una estrella en ascenso en el despacho de abogados que la reclutó recién graduada. Había pasado de categoría Trainee a Senior C de manera nunca antes vista, obteniendo el ascenso cada 6 meses que había promociones, cuando a la mayoría les toma un año y medio en conseguirla. Y ya la estaban postulado para el puesto de Senior B si todo iba bien, en poco menos de un año sería Senior A y podría asociarse o abrir el suyo propio.

Amaba su departamento que por el momento era más del banco que de ella misma. Pero gracias al apoyo de sus padres, los ahorros de toda su vida, varios bonos y la búsqueda constante de ofertas pudo dar el enganche y pagarlo mes a mes.

Amaba su gran cocina y alacena, aunque solo tuviera comida instantáneas, café y filtros de éste. Amaba su refrigerador, aunque sólo tenía botellas de agua, soju y sodas.

También amaba su closet, lo único que estaba lleno, ya que gracias a una amiga de su mamá que trabajaba en una gran tienda departamental, conseguía las prendas de liquidación a precios bajísimos y tenía la ropa de Jeong en el closet, aunque no podía tener ropa de temporada, pero no importaba que usara, ella siempre se veía hermosa.

Aun usaba transporte público, porque la mayor parte de su salario se lo llevaba el pago del departamento. Pero sin ninguna explicación siempre encontraba un asiento disponible, no importaba que tan lleno iba el autobús.

Amaba su trabajo, su rutina, su jefa Sunmi, qué cual película romcom: le hizo la vida imposible, la presionó al punto de hacerla sudar y llorar sangre con pedidos absurdos y extravagantes, pero que tras pasar sus más malévolas pruebas, se ha encargado de que su carrera vaya creciendo y bajo su cuidado y asistiéndola; había encontrado el mejor manual para ser una abogada exitosa, ganar los juicios y con ello mucho dinero, todo eso sin tener que hacer trabajos sucios o casos que pusieran en falta sus valores.

A veces, por la carga de trabajo pasaban la noche juntas; la biblioteca de la casa de su jefa era enorme, ya que tenía un legado de varias generaciones de abogados, políticos o economistas. Y podía usar un cuarto de visitas, que ya hasta tenía ropa para esas ocasiones.

Lo único que odiaba era el balcón de su departamento. Ese balcón con una hermosa vista a Seúl, donde Jeongyeon solía acostarse en la hamaca y donde ella se acostaba a su lado; en días fríos envuelta entre sus brazos bajo una cobija y en días calurosos con el ventilador hacia ellas, pero dentro de sus brazos.

En esos mismos tres años Jeongyeon había terminado su carrera como diseñadora gráfica y un curso completo de fotografía. Trabaja independientemente y empieza a hacerse de renombre, algunas influencers eran clientes frecuentes que requerían una buena calidad en videos y la edición de estos. Tenía bastante llena su agenda, tomándose ella misma la libertad de aceptar o rechazar trabajos.

Ahora mismo está en donde quiere estar y hace lo que quiere hacer, incluso a veces regala su tiempo ayudando en la publicidad de locales que merecen llegar a más clientes, les toma fotografías y videos y sube reseñas del lugar en redes sociales, casi siempre logra su cometido.

Todo empezó años atrás cuando fue a un café con Nayeon y charlaron un poco con la dueña, una mujer que con grandes esfuerzos quería seguir con la cafetería que había heredado de su abuelo, pero aunque había invertido en modernizarla, no lograba generar más clientes, viéndose obligada a futuro cercano a empezar a vender maquinaria e insumos por las deudas.

Ellas iban casi a diario o llevaban a sus amigas o compañeras, pero no era una gran diferencia. Al ver lo afectada que se veía Nayeon, hizo su arte y se lo regaló a la dueña, aconsejándola en el manejo de redes sociales y de referencia. Al poco, clientes llegaban como abejas a la miel y pudo salvar su negocio.

Recordaba claramente la alegría en los ojos de su novia cuando para celebrar que había sido promocionada a Junior C y el lugar estaba lleno, la dueña las invitó a ser atendidas en la sala de su propia casa encima del café, en agradecimiento del éxito de la cafetería que ahora ya estaba en planes de ampliar por el exceso de clientes.

Sus tiernos incisivos se mostraron todo el tiempo con su brillante sonrisa que alumbraba todo alrededor, ella volvería hacer lo mismo en cada puesto que entraran, si eso la hacía sonreír así. Esos incisivos que alegraban sus días y le daban energía para terminar su trabajo o sus proyectos con su mera presencia.

Sentada en el balcón de su casa en la playa recordó lo bien que la pasó con ella, recordó la hamaca en la que solían acostarse a ver el flujo de gente, el atardecer, las nubes, la lluvia, la noche. Con ella siempre escondida entre sus brazos, respirando tranquila acompasando sus latidos y sus besos

Hace años que no la ve. Dos para ser exacta.

Cuando le ofrecieron la beca en Francia para el curso de fotografía y tuvo que dejarla. Ella misma la impulsó para que se fuera y aprovechara la oportunidad.

No hicieron planes futuros, ni promesas de regresar, ellas se amaban, amaban estar juntas, pegadas, queriendo fundirse para ser una sola. Llenando de besos y atenciones a la otra, siendo un gran apoyo y motivación en cada paso.

El año que estuvo en Francia con lo atareada que estaba por aprender francés y traducir las clases que había tomado. Perdió toda comunicación con Nayeon.

A veces cuando está lo suficientemente ebria, entra a sus redes y se pone al corriente con lo que ha hecho.

Ahora, con medio año en su tierra natal se preguntaba si volver a contactar con ella, pero en cada intento se veía atrapada en su trabajo. Postergándolo todo el tiempo.

ヽ(=^._.^)ノ ☆ Miau ☆ ~(^.˳̫̬.^ 彡)ノ 

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Prrrfff Gracias. 

(^._.^)ノ

Una historia triste que busca un final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora