No eres tú, soy yo

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Su relación llevaba ya 9 meses. Era el príncipe azul que toda mujer desea, pero ella no era una doncella en problemas. Le afectaba no poder devolver el amor que recibía, Vernon no se quejaba y agradecía las pequeñas muestras de amor. La abrazaba con ternura las veces que accedía a tener relaciones sexuales, jamás la forzó y bastaba una llamada para que él llegara pronto a su lado, la complacía en todos sus deseos o caprichos, la llamaba a diario para hablar antes de dormir, era todo un caballero.

Pensó que con el paso del tiempo terminaría enamorándose pero cada vez era más difícil estar cerca de él, le tenía cariño, lo deseaba como hombre pero no era capaz de amarlo.

Un día se miró en el espejo, se veía hermosa, radiante. Miró a su alrededor y amaba su casa, sus cosas, los adornos y los muebles, pero eso no la hacia feliz, dejó de disfrutar hacer su trabajo, cada vez le costaba más inspirarse y mucho más proponer cosas nuevas y originales.

Se acostó en su hamaca y la playa la aburrió, se estresó de no tener motivación, como si la hubiera llamado con el pensamiento Nanan llegó con un juguete que adoraba le arrojaran una y otra vez. Era lo único que la hacía feliz.

Sonó su celular, una clienta le pedía ayuda para grabar un vídeo en Seúl. Le dijo que sí pero que fuera antes de un mes, ya que dejaría de trabajar en ese tiempo. Fue una decisión impulsiva, pero de cierta forma fue liberadora. Hizo un mensaje despidiéndose de sus clientes habituales y lo envío a todos ellos. Redactó un comunicado en su pagina para informar que en un mes cerraría el negocio.

Eso la hizo feliz.

Vernon la llamó preocupado y ella lo tranquilizó, pero cuando escuchó que iría a su casa para platicar, una idea le vino a la cabeza.

Cariño estoy por salir, voy a un refugio de animales, me voy a tomar el día. Pero quiero verte ¿Puedo pasar la noche en tu casa?

—Por supuesto...

Supuso que seguía hablando pero le colgó, algo tenía muy en claro, debía ser un poco más hedonista y hacer lo que le gustará, sentirse cómoda con ella misma y con todo lo que hiciera. Vernon, era un chico precioso, pero no era el cabo atado de su hilo rojo y seguir con él estaba bloqueando ambos caminos.

Estar rodeada de perros la hizo feliz. Se cansó arrastrando bultos de croqueta y limpiando la suciedades, cepillando, acariciando y juntando una tonelada de pelos de  perros en su ropa. Aún con eso su corazón latía más que contento. Llegó cansada y tras una ducha se acostó a dormir, en la noche, se arregló para salir con Vernon, echó a Nanan a su camioneta y arrancó rumbo a Seúl.

Se detuvo en varios puestos de comida llevando un poco de lo que se le antojara, le pidió a Vernon que comprará cerveza y soju. Cuando bajó con Nanan dejó toda la comida para que su próximo exnovio bajara por ello.

Tocó la puerta y abrió un chico que no conocía.

Ah, hola, debes ser Jeongyeon, eres más bonita de lo que las fotos muestran. Pasa, Verny está dentro.

—Oh, gracias. —Aquel chico le sonrió de la forma más falsa y salió. Le recordó a Jimin en su forma Diva. —Vernon, traje a Nanan ¿Me ayudas a bajar la comida, por favor?

Él salió con los ojos rojo, aquel chico lo dejó súper enojado. Caminó con los puños cerrados y respirando profundamente hacia la puerta, pasando de lado incluso a Nanan que se le subía pidiendo su atención.

Una extraña sensación se arrinconó en su mente y lo tenía que sacar.

—¿Vernon?— lo detuvo por el brazo, él giró la cabeza mirándola con furia y se soltó bruscamente — ¿Vernon? —repitió con miedo, estaba a punto de correr afuera y encerrarse en su carro. Jamás lo había visto enojarse y menos con ella.

Una historia triste que busca un final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora