Prólogo

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*Amber*


Abro los ojos lentamente y gimo cuando la brillante luz del sol incide con fuerza sobre mis sensibles ojos, dañandomelos al instante. Los tengo hinchados e irritados de tanto llorar. Me giro en el cómodo colchón y presiono mi cara de nuevo contra la mullida almohada.

Mi vida es un maldita y suprema mierda.

Todo el desastre comenzó ayer en el mismo instante en que pisé las desgastadas escaleras pintadas de rojo que anuncian la entrada a mi instituto.

Al principio todo me parecio normal.

Otro día rutinario en mi corta vida.

Llegué a mi taquilla de metal oxidado y me dejé caer contra ella, como llevaba haciendo desde que entré allí. No tardé mucho en divisar la brillante cabellera oscura viniendo hacia mi entre toda la gente, para luego encontrarme frente a aquellos ojos claros que tanto amaba, y que ahora mismo odio con toda mi alma. Me sonrió, una sonrisa ladeada malditamente sexy que provocaba la aparición de esos adorables hoyuelos que le daban esa irresistible apariencia aniñada que a mi tanto me cautivaba. Simplemente no podía resistirme a él. Nunca había podido hacerlo.

Desde el primer día de clase, ahora tan lejano para mi, mi vista no pudo despegarse de aquel muchacho de cabello castaño y ojos cautivadores que caminaba con seguridad por entre la gente. Su forma de caminar, de hablar; incluso la manera de reir que tenía me resultaba enfermizamente absorvente, tanto que no podía dejar de mirarle cada vez que pasaba cerca mío. Nunca supe si él era consciente de la cantidad de veces que me quedaba mirándole embobada, o de mi presencia a su lado cada vez que tenía la oportunidad.

Su nombre era Brad, y era, sin lugar a dudas, un nombre que yo había comenzado a amar desde el primer instante en lo escuche salir de su boca.

Durante todo el curso no pude dejar de observarle cada vez que creia que no me veía. Yo realmente creia que no lo hacia.

Acudí a varias fiestas a las que mi mejor amiga me obligó a ir, obviamente porque sabíamos que él iría y ella era plenamente consciente de que aquel joven de irresistible apariencia era el motivo de mi fijación.

Y ahí, en una de esas fiestas, rodeada de jovenes borrachos y con las hormonas revolucionadas que bailaban en una improvisada pista de baile, mi vida comenzó. El cuento de hadas, o pesadilla, empezó.

Yo nunca había sido una chica de fiestas, no me gustaban mucho los espacios cerrados, las masas de gente, ni la música ensordecedoramente alta. Y me gustaban mucho menos los adolescentes borrachos que siempre acudían a estas.

Yo era más la típica chica reservada que se sentaba en la hierva de los parques en verano, y en las calientes cafeterias en invierno para hablar tranquilamente con mis amigas; o que se quedaba en casa toda la tarde leyendo el libro nuevo que a veces mi madre me compraba.

No, yo definitivamente no pertenecía a ese lugar.

Razón por la cual tras observar sentada en un sillón como aquel grupo de adolescentes bailaban desenfrenadamente, decidí salir al jardín trasero de aquella casa en busca de un poco de aire fresco que me refrescara. Caminaba distraída por entre la gente hasta llegar a las puertas dobles de cristal que estaban abiertas de par en par, ventilando necesariamente la casa. Baje los dos pequeños escalones que me separaban del césped de aquel cuidado jardín y camine como en una nube hasta la pared lateral, en donde había un solitario banco perfecto para sentarse.

- ¡Hey! - gritó una voz a mi espalda, a lo que yo no le di mayor importancia pues creía que no iba dirigido a mi. Nadie me hablaba nunca a excepción de mis amigas.

La Campeona de Hades (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora