Capítulo 10: Los sueños de hacen realidad

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*Daisy*

Cierro los ojos con más fuerza y repito la plegaria de nuevo, esta vez un poco más alto. Muevo mis manos un poco debajo del agua, sintiendo como los pequeños animales marinos acuden a mí y me hablan. Los ignoro y me centro en la oración.

- Daisy - Leo me pone una mano en el hombro con expresión conciliadora - Tomate un descanso. Llevas toda la mañana intentandolo.

Le miró a los ojos mientras barajo mis posibilidades. Es cierto que llevo toda la maldita mañana inclinada sobre el pequeño agujero que hay en el casco del barco tratando de que mi padre nos preste un poco de ayuda, pero seguimos sin tener nada. Y no puedo soportar estar mucho más tiempo sin tener nada.

«Padre, por favor. Si alguna vez me has llegado a querer, ayudame con esto.» murmuro en vano.

Un pequeño pececito pasa cerca de mi y me da un golpecito en las manos sumergidas con su cola multicolor, pero en su mente solo lástima. No respuestas.

Me levanto pesadamente y sigo a Leo por los pasillos del barco. Me siento al lado de Leo en el comedor del Argo II, disfrutando de que a Leo se le ocurriera hacerlo al estilo del comer del Campamento Mestizo. Hace días que rondamos como estúpidos cerca de Malta. Leo manipula de forma desesperada los mandos de Festo y esa extraña esfera de Arquímedes tan confusa que no entiendo. Yo simplemente me dedico a rezar a mi padre por un poco de ayuda y a hablar con los animales marinos en busca de respuestas. Por las noches, duermo con los pies sumergidos en el agua mientras Leo se aferra a un trozo de cristal.

- ¿Has averiguado algo? - me pregunta con el ceño fruncido.

Sé que le cuesta mantener la esperanza, pero yo no pienso abandonar a Nico como todos los héroes han abandonado a Calipso a su suerte. 

Yo soy el mar. Los peces forman parte de mi. El viento es mi transporte. Y si Ogigia es una isla, tarde o temprano la encontraré.

Aunque de momento me duele tener que decirle que no cada vez que me lo pregunta. Sabía que encontrar Ogigia no sería fácil, pero después del sueño que tuve al año pasado creí que los dioses nos ayudarían aunque fuera un poco.

- He hablado con unas nereidas muy amables, pero no sabían dónde podía estar Ogigia. Dicen que de allí solo salen héroes porque dentro de Ogigia eres inmortal y los únicos sirvientes que tiene Calipso son invisibles.

Leo asiente con la cabeza, recordando algo que le provoca una sonrisa.

- Ah, si. Sus sirvientes. Increíbles, la verdad.

Observa las vigas de madera oscura del techo con expresión soñadora, y yo me vuelvo a maldecir por no ser capaz de ayudar en nada. Soy la hija del mar, debería poder encontrar al menos una misera Isla. 

- Esta tarde me pondré de nuevo - digo - Después de todo, mi padre no puede estar ignorándome eternamente.



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Pues sí, parece ser que sí puede estar ignorándome eternamente. Ha pasado ya una semana desde que damos vueltas por el mar sin rumbo fijo, y yo no he conseguido absolutamente nada.

La triste rutina en la que, deprimentemente, nos hemos visto sumidos consiste en que Leo dirige el Argo II por cada dichoso centímetro de agua, buscando en vano, mientras que yo hablo con los animales o busco signos de magia por el agua.

- La Isla de Calipso es una Isla mágica - me dice un delfín muy amable - Por lo que no sé dónde está o como entrar.

Suspiro derrotada.

La Campeona de Hades (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora