Capítulo 5: Argo II

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Suspiro mientras escondo el rostro tras las palmas de mis manos. Mi corazón late rápido de expectación y anticipación, sabiendo que si todo sale bien dentro de poco veré a Nico otra vez. Pero mis entrañas se retuercen dolorosamente, como si a la hora de la comida ésta se hubiese convertido en filosos fragmentos de cristal que me desgarran por dentro. 

Leo ha terminado de mejorar y arreglar el Argo II, y ya se ha encargado de subir a bordo todo lo necesario para el viaje, pero aún hay una cosa que falta. Yo.

Muero por volver a ver a Nico, por saber - a pesar de que Leo me lo haya asegurado millones de veces en esta semana, que es el tiempo transcurrido desde su desaparición o muerte - que está bien y a salvo, que nada malo le ha pasado. 

Pero no puedo evitar sentirme terriblemente mal conmigo misma. ¿Cómo voy a volver a dejar a Percy, Annabeth, James o Malcom? ¿Qué se supone que les voy ha decir? ¿Qué voy a tirar por la borda los esfuerzos de Thánatos para no llevarse para siempre nuestras almas cuando estábamos en el Tártaro y voy a ir a una misión suicida que tengo muy pocas posibilidades de llevar a cabo con éxito? ¿Cómo reaccionará Percy ante la mención de Calipso?

Sé que, cuando la guerra contra Cronos aún existía, Percy fue a parar una temporada a Ogigia; en donde Calipso le curó y cuidó. Y sé, porque conozco a Percy, que a pesar que mucho que lo niegue añora un poco a Calipso. Puede que no de la misma manera en que quiere a Annabeth, pero no por  nada le pidió a los dioses que liberaran a la muchacha de su prisión. 3.000 años encerrada apartada del resto del mundo y con una maldición pesando sobre tus hombros creo que es más que suficiente. Probablemente mucho más de lo que merecía.

Pero no puedo pedir que los dioses sean justos. Principalmente porque los dioses no lo son. Si lo fueran no tendrían a esos extraños chicos encerrados en el Tártaro solo por ser hijos de quienes son. Es cierto que los titanes son seres peligrosos y muy poderosos, y que al menos la mayoría parece odiar a los dioses hasta lo indecible; pero eso no significa que sus hijos sean iguales. Tus padres no te definen. Tus orígenes no te marcan.

A los dioses se les olvida que ellos son en parte humanos, y que, muy probablemente, si nos les hubiesen desterrado a la parte más oscura y tenebrosa del averno, el odio que los inmortales tienen hacia los Olímpicos jamás habría arraigado en ellos. Ni si quiera ahora, encerrados y desterrados, parecen odiar a las deidades responsables de su pesadilla personal.

Porque ellos no son como sus padres. Yo, a pesar de lo que diga Percy, no soy como Poseidón. Jason no es como Zeus. Annabeth no es como Atenea. Piper no es como Afrodita. Ni siquiera James es como su padre. James es luz, calidez, felicidad y esperanza; por eso cada vez que necesita utilizar aquellos poderes que tiene gracias a su ascendencia, su alma tiene que transformarse. Por eso su cabello rubio se vuelve negro como las sombras que habitan siempre en el Hades y le rinden pleitesia. Por eso su piel se oscurece un poco. Por eso sus ojos se vuelven dorados como el oro, peligrosos como el poder del metal precioso con el que comparten color. Y por eso su voz cambia radicalmente de cadencia hasta adaptarse a ese tono bajo, suave, susurrante y profundo que provoca que toda tu vida se tambalee. Sus palabras, da igual lo que diga, parecen acariciar tu alma a cada frase exhalada. Su dulce voz, aquella capaz de matarte solo con pronunciar tu sentencia, parece meterse debajo de tu piel y desnudarte, derrumbando los muros y las armaduras que habías colocado alrededor de ti para protegerte o engañar. Porque a la muerte no se la puede engañar. Esa es una verdad tan cierta como que necesitamos respirar.

Unos golpes suaves tocan mi puerta, y cuando se abre con un pequeño chirrido de las bisagras el bello rostro de Katie Gardner se asoma por la madera entornada.

- ¿Qué ocurre? - preguntó con voz suave obligándome a relajarme.

Katie no sabe nada. No ha venido a detenerme. No hay manera de que se haya enterado. Nadie lo sabe.

La Campeona de Hades (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora