십칠. real life

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Por mucho que Yerim hubiese intentado ser productiva durante el fin de semana, hacer todo lo que tenía planeado, no lo había logrado

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Por mucho que Yerim hubiese intentado ser productiva durante el fin de semana, hacer todo lo que tenía planeado, no lo había logrado. Había tratado de adelantar los trabajos que tenía pendientes, daba igual que fuesen para los meses siguientes, y repasar los apuntes que había tomado en las últimas semanas, aunque como si se tratase de una broma del destino, no había podido, incapaz de centrarse en cualquier cosa durante más de unos minutos.

Incluso había sacado algo de tiempo para hacer cualquiera de las recetas que se sabía más que de memoria, como las galletas favoritas de Yohan o el pastel que tanto les gustaba a sus padres, pero ni siquiera eso, que era algo que controlaba lo suficiente como para hacerlo con los ojos cerrados, había sido capaz de hacer que se evadiese.

Lo que más le estresaba no era que no pudiese concentrarse en nada, que también, porque en ese sentido era muy estricta, con unas metas que cumplir en un tiempo determinado, sino el hecho de que seguía dándole vueltas a lo que había pasado el viernes por la noche. Y eso le frustraba aún más, porque nunca había sido una persona que sobrepensara las cosas, ya que siempre había creído que era una pérdida de tiempo innecesaria. 

Pero ahí estaba, incapaz de mantener su mente alejada de algo que no fuese el dichoso Seungmin.

¿Por qué, de entre todas las personas a las que conocía, que no eran pocas, le había llamado a él? Podría haber contactado a Ayaka, de la que se acababa de despedir, o a Yohan, aunque lo más probable fuese que estuviera más dormido que despierto. Cualquiera habría sido mejor que el idol, y sin embargo...

En el único en el que había pensado había sido en él, en esa forma tan calmada que tenía de hablar, que era exactamente lo que necesitaba en esos momentos de tensión.

—No sé en qué estás pensando, pero tu cara ahora mismo da bastante miedo —comentó una voz tan familiar que sería capaz de reconocerla en medio de una marabunta de gente. No alzó la cabeza, fingiendo que estaba entretenida con el móvil—. Sé que me has escuchado, Yerim, no tienes los cascos puestos, y siempre dices que tienes un oído muy delicado.

Chasqueó la lengua, bloqueando el dispositivo solo para alzar la barbilla y enfrentarse a la mirada del joven que había nublado su cabeza durante todo el fin de semana. A pesar de que llevaba una mascarilla, seguramente para que nadie le reconociera y le atosigase, iba vestido igual de bien que siempre, con una camisa fina y unos pantalones que estilizaban su figura.

Lo que más le llamó la atención fue la boina que decoraba su cabeza, porque ella también llevaba una esa mañana, en un intento de controlar su cabello, que había decidido que ese era un buen día para ser rebelde. Parecía que se habían puesto de acuerdo, porque en lo único en lo que se diferenciaban era que el del cantante no llevaba un lazo. 

—Las indirectas no son lo tuyo —terminó por decir, poniéndose de pie para tomar el violín que había dejado en el banco en el que se había sentado para matar el tiempo—. ¿Qué haces aquí? Bueno, espera —se adelantó, alzando la mano cuando vio que el joven separó los labios, impidiéndole responder—. ¿Cómo sabías que estaría aquí?

God's Menu - Kim SeungminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora