—Me sorprende mucho que no te hayas quejado en ningún momento —se burló Yerim con una ceja enarcada una vez se aseguró de que el doctor que estaba atendiendo a Yohan se había marchado de la consulta para ir a por el material que necesitaba.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí, en esa habitación tan blanca y apabullante que hacía que le doliese la cabeza, pero no le importaba lo más mínimo. Por primera vez en mucho tiempo, porque era del tipo de estudiante que odiaba faltar a clases, ya que era consciente de que no todos tomaban apuntes como ella, había decidido no ir a la universidad para poder así acompañar al joven al hospital. Le conocía lo suficiente como para saber que, si no lo hacía, cabía la posibilidad de que se echase atrás, que siguiese refugiándose en casa en vez de dejar que alguien le ayudase.
Si había dado su brazo a torcer había sido porque, tras hablar con Ayaka, habían llegado a un acuerdo que no le disgustaba. Según les había dicho la medio japonesa, confirmando las sospechas de Yerim, sí, el padre de una de sus mejores amigas era un doctor al que seguramente no le importaría atender a Yohan si de verdad lo necesitaba.
En un primer momento, el muchacho trató de negarse, alegando que no hacía falta llegar hasta ese extremo, que podría disimular ante sus padres maquillando las magulladuras que le decoraban el rostro; no obstante, cuando se dio cuenta de que ni siquiera el corrector y la base eran capaz de camuflar sus heridas y que no podía aguantar el dolor de tener la nariz rota, se dio por vencido.
De inmediato, antes de que se arrepintiese y diese marcha atrás, Ayaka contactó con su bestie, como ella la llamaba, y esta les ayudó a concertar una hora para el día siguiente, para que pudieran darle un diagnóstico y tratarle sin tener que recurrir al médico privado que le habían impuesto desde hacía años. Además, a sabiendas de que Yerim caía bien a sus padres, tanto que habían sido innumerables las ocasiones en las que les habían tratado de emparejar, la joven le sugirió que la usase como excusa para que así no sospecharan de que apenas pasaba tiempo en casa.
En momentos como ese, agradecía dar esa imagen de niña buena que no había roto un plato en su vida
—Ya me conoces, debo ser fuerte delante de dos chicas guapas —pronunció el chico con tono coqueto a la vez que esbozaba una pequeña sonrisa que se convirtió de inmediato en una mueca de dolor. Cuando se le pasó, miró de reojo a la joven que estaba sentada en una de las sillas, con los ojos cerrados desde que habían entrado a la consulta. Yerim no la conocía mucho, pero intuyó que debía de ser una persona muy aprensiva—. No se lo dirás a Seohyun, ¿verdad, Gaeul? Tengo una imagen que mantener.
Ella y Yohan se conocían de pasada porque tenían una amiga en común, esa Seohyun que acababa de mencionar. Al parecer, según le había confesado el chico, era más que consciente de que le gustaba a la muchacha, porque por mucho que tratase de disimular se notaban sus nervios cuando estaban cerca, pero era tan tímida y reservada que aún no se había atrevido a hacer ningún movimiento. Y él tampoco iba a hacerlo, no cuando le encantaba que fuesen los demás los que dieran el primer paso.
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God's Menu - Kim Seungmin
FanfictionPara Yerim, las segundas oportunidades no son más que una pérdida de tiempo; pero cuando Seungmin reaparece en su vida, después de años sin hablar, su coraza empieza a quebrarse. *** Solo se necesitan tres adjetivos para describir a Yerim: fría, rac...