이십오. real life

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Yerim se miró una última vez en el espejo, para asegurarse de que todo estaba en su sitio, antes de dirigirse a la puerta y abrir a Seungmin

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Yerim se miró una última vez en el espejo, para asegurarse de que todo estaba en su sitio, antes de dirigirse a la puerta y abrir a Seungmin.

No estaba nerviosa, no cuando había sido ella la que había propuesto quedar en su apartamento, pero sí que sentía una sensación extraña en el pecho, como si aún no pudiera asimilar que estaba allí plantado, mirándola con esos ojos tan brillantes a los que se estaba acostumbrando.

Le resultó imposible no fijarse en cómo iba vestido, porque a pesar de que le había avisado de que no iban a hacer gran cosa, que fuese con algo cómodo, estaba muy guapo con esa camiseta blanca algo holgada y unos pantalones ajustados que estilizaban su figura tanto que tuvo que tragar saliva con fuerza.

En momentos como ese, odiaba que el idol  supiese perfectamente qué le quedaba bien y qué no, porque no ayudaba en absoluto a controlar sus pensamientos, a mantener la cabeza fría. ¿Cómo era posible que le pareciese tan atractivo aun con algo tan informal y común?

—¿Me vas a dejar pasar o vas a continuar desgastándome con la mirada? —se burló el joven, bloqueando el teléfono antes de guardárselo en los bolsillos de los vaqueros y observarla con fijeza.

—Tú y tu manía de creerte tan importante —contraatacó mientras se hacía a un lado, indicándole con la cabeza que pasase y se pusiera cómodo.

—Tú y tu manía de no aceptar nunca las cosas —rebatió de inmediato mientras entraba en el apartamento.

Después de la discusión que habían tenido en el baño del backstage, de la cual ya había pasado un mes, su relación había dado un giro inesperado, uno que Yerim no había previsto. Se mandaban mensajes a todas horas, ya fuese nada más se despertaban o al terminar su jornada, y trataban de quedar lo máximo que podían, aunque no era tan a menudo como les gustaría debido a sus horarios incompatibles.

Y, sorprendentemente, le gustaba el rumbo que había tomado, no solo por el hecho de que las conversaciones fluían solas y parecían no acabarse nunca, sino también porque cuando estaba con él sentía que podía ser ella misma, sin tener que fingir que era alguien que no era.

Pero a la vez lo odiaba, ya que por mucho que tratase de negarlo, de engañarse a sí misma, era más que consciente de que estaba empezando a sentir algo por Seungmin, de que le resultaba imposible pasar por alto la presión que se instalaba en su corazón cuando sus miradas chocaban, o lo mucho que tenía que contener las ganas de besarle cuando sus manos o piernas se rozaban por accidente.

—Sígueme —le indicó una vez se aseguró de que había dejado todas sus cosas encima del sofá. Antes de continuar andando, se percató de que el chico no dejaba de observar todo con curiosidad, como si le resultase fascinante el diseño del apartamento—. No es la primera vez que vienes, no sé por qué te sorprendes tanto.

—Por eso mismo —admitió el joven, colocándose a su lado—. Todo sigue igual, pero a la vez... Es como si fuese diferente. Aunque quizás somos nosotros los que hemos cambiado —añadió, despegando la mirada de los muebles para posarla en ella—, al fin y al cabo ya no somos los mismos adolescentes de antes.

God's Menu - Kim SeungminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora