Al contrario que la mayoría de sus compañeros de clase, a Yerim le encantaba lo que suponía la vuelta a la rutina después de las excesivamente largas vacaciones de verano.
Sí, le gustaba no tener que ir de un lado para otro todos los días, poder alejarse del violín durante unos días, pero para ella, reanudar las clases suponía dejar atrás las excusas para no hacer nada, tener un motivo para ser productiva sin sentirse culpable de no aprovechar los descansos y, sobre todo, alejarse de casa.
En los dos últimos meses, la situación con sus padres había empeorado hasta tal punto en el que se había planteado, de forma muy seria, ahorrar lo máximo que pudiera para marchase de allí en cuanto cumpliera la mayoría de edad y pudiese permitírselo. No era la primera vez que lo pensaba, no cuanto a medida que pasaba el tiempo sus padres insistían más y más en que cumpliese con sus expectativas, que siguiera el camino que ellos marcaban, pero sin ninguna duda esa era la vez que estaba más decidida.
Todo había estado bien entre ellos hasta que habían vuelto del viaje que habían hecho a Inglaterra, cuando su padre le preguntó si ya sabía en qué universidad quería estudiar en cuanto se graduara el siguiente año. Era consciente de que tanto él como su madre querían que estudiase Derecho o, en su defecto, algo relacionado con la música, que siguiese su formación en el conservatorio y pudiera de esa manera dedicarse profesionalmente a ello, pero aun así no se había quedado callada, expresando lo mucho que estaba en desacuerdo.
No quería pasarse toda su vida encerrada en una oficina, archivando casos o haciéndose cargo de la justicia del país, y mucho menos le apetecía ensayar horas y horas para escenificar obras a las que terminaba cogiéndole asco de tantas veces que las repetía, corrigiendo hasta el mínimo error.
Desde que tenía memoria, había deseado dedicarse a la repostería, abrir su propia cafetería y poder trabajar de cara al público, pero por mucho que les hubiese suplicado a lo largo de los años que le permitieran cumplir sus sueños, que confiasen en ella, que no les defraudaría, eso no parecía entrarles en la cabeza.
Y empezaba a estar realmente frustrada.
¿Por qué ellos podían tener varios restaurantes dispersados por toda la ciudad y ella no? Vale, sí, sus padres no trabajaban como tal en los locales, ya que solo se hacían cargo de las finanzas y de la expansión del negocio, pero aun así, ¿no podían dejar de ser hipócritas, aunque fuese por un momento?
—Ni se te ocurra sacarme de quicio, Seungmin —gruñó en cuanto vio que el joven, en vez de pasar de largo por su lado, tomó asiento a su derecha, inundando todo su alrededor con el perfume tan fuerte que llevaba siempre—, no estoy de humor.
—Es demasiado pronto para que estés tan seca, eh —rebatió con tono burlón, pasando por alto sus advertencias, lo que hizo que le lanzase una mirada envenenada—, son solo las once de la mañana. De todas formas —se corrigió de inmediato, cuando ella separó los labios para pedirle si podía marcharse—, solo venía a darte algo.
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God's Menu - Kim Seungmin
FanfictionPara Yerim, las segundas oportunidades no son más que una pérdida de tiempo; pero cuando Seungmin reaparece en su vida, después de años sin hablar, su coraza empieza a quebrarse. *** Solo se necesitan tres adjetivos para describir a Yerim: fría, rac...