삼십팔. real life

1K 86 365
                                    

Por primera vez en mucho tiempo, Yerim sintió que podía respirar con tranquilidad, sin notar el oxígeno quemándole los pulmones ni esa carga excesiva que amenazaba todos los días con derrocarla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Por primera vez en mucho tiempo, Yerim sintió que podía respirar con tranquilidad, sin notar el oxígeno quemándole los pulmones ni esa carga excesiva que amenazaba todos los días con derrocarla.

Contra todo pronóstico, ya que nunca le había terminado de gustar tener tantas vacaciones, no cuando pensaba que podría aprovechar esos meses de inactividad para seguir siendo productiva y avanzar con sus propósitos, en esos instantes agradecía poder descansar y tomarse un respiro sin sentirse culpable después.

En las últimas semanas, era como si su vida hubiese dado un giro de ciento ochenta grados, y sorprendentemente, a pesar de lo mucho que adoraba tener una rutina establecida con unos pasos bien marcados que debía seguir sí o sí, no le desagradaba el rumbo que había tomado todo. Sí, había momentos en los que sentía la necesidad de tomar el violín y ensayar hasta que le doliesen las manos y los hombros, y sí, había veces en las que se levantaba a las seis de la mañana por inercia, para prepararse e ir a la universidad.

Pero quitando eso, era feliz.

—Podríais ayudarme, eh —se quejó Yohan con mucho cansancio, soltando todo encima de la cama sin ni siquiera preguntar si podía hacerlo, tomándose como siempre ese tipo de libertades que, en otra persona, le habrían molestado—. Que yo sepa, tenéis manos.

—Has sido tú quien se ha ofrecido a llevar todo —refutó de inmediato Yerim, poniendo los ojos en blanco—, incluso cuando te dijimos una y otra vez que podíamos dividirlo entre todos, que era demasiado para una sola persona.

No mentía ni exageraba. Aunque en un primer momento no había pensado gastarse tanto dinero, no cuando los tres tenían pensado irse de viaje fuera del país, en el instante en el que pisaron la primera boutique ni siquiera le habían dado más vueltas a la cabeza, haciéndose con todo lo que les interesaba, que no era poco. De esa forma, habían acabado derrochando cantidades ingentes de dinero en ropa que, seguramente, no usarían más que un par de veces o en ocasiones especiales.

Hermès, Prada, Chanel, Dolce & Gabanna, Mugler... Había tantas bolsas y de tantas marcas diferentes encima del colchón que era imposible distinguir unas de las otras, llenas hasta los topes, tan a rebosar que parecían estar a punto de reventar y convertir la habitación en una explosión de colores con muy poca correlación entre sí.

—Existe algo llamado arrepentimiento, Barbie —suspiró de manera muy audible, haciendo estiramientos con los brazos sin dejar de protestar por lo bajo—, pero bueno, ahora lo importante. ¿Qué nos vamos a poner? Porque estoy muy emocionado. —No era necesario que lo dijese en voz alta, no cuando era más que obvio por la ilusión con la que pronunciaba cada palabra y por lo mucho que le brillaban los ojos, casi tanto como la cadena que le rodeaba el cuello—. ¿Hace cuánto no salimos juntos de fiesta? ¿Dos meses? ¿Tres? Eso debería ser delito.

—Más o menos, sí —concedió Ayaka, golpeándose la barbilla con una de sus uñas, pintadas de rojo, sin dejar de mirar con fijeza las bolsas, como si estuviese pensando muy bien qué llevar aquella noche—. Es que, como bien dices siempre, ahora eres un chico ocupado. Un chico ocupado que nos odia —se corrigió al instante—, porque podrías haber hecho un hueco para nosotras. Hemos estado muy tristes, Yohancito.

God's Menu - Kim SeungminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora