—Cgeo que ezte ez el mejor bizcocho que haz hecho hazta ahora —pronunció Yohan con la boca llena, sin molestarse en tragar la comida antes de dar su opinión.
—¿Podrías comer y ya luego decirme qué piensas? —chasqueó la lengua Yerim, lanzándole una mirada envenenada con la que demostrarle, sin palabras, que odiaba ese tipo de cosas.
Lo peor no era que se comportase así, porque le conocía lo suficiente como para saber que adoraba hacer lo que le daba la gana, sino el hecho de que sabía más que de sobra que a ella le parecía una falta de respeto. Y esa solo era una de las numerosas cosas que les diferenciaba, que hacía que fuesen tan distintos y chocasen a menudo.
—¿Y qué le hago? —inquirió una vez se limpió las migas con el dorso de la mano, deteniéndose para hablar antes de estirar la mano y coger otro de los trozos que había perfectamente alineados en un plato—. Eso te pasa por hacer algo tan apetitoso, tan rico, tan delicioso, tan... —suspiró—. De verdad, no exagero, yo creo que de todo lo que he probado este es mi dulce favorito.
—Eso dices siempre, con cada cosa nueva que te enseño—refutó ella de inmediato, sin darle casi tiempo a terminar la frase.
—Bueno, no es mi culpa que te superes todo el rato —se defendió el chico, poniendo los ojos en blanco—. En zerio, eztá buenízimo.
A pesar de que sabía que Yohan no entendía mucho de repostería, porque aunque le encantaban los postres no solía consumirlos tanto como desearía, ya que sus padres eran muy estrictos con la alimentación y controlaban sus porciones por "el bien de su carrera", agradecía sus halagos. Cuando se trataba de su trabajo o del violín solía preferir críticas constructivas, un debes mejorar en esto, quizás quedaría mejor si hicieras aquello, pero con la repostería era totalmente lo opuesto: le encantaba recibir comentarios buenos, unos que le hiciese saber que era buena en lo que tanto le gustaba.
No obstante, solo sabían que le encantaba ese mundo sus padres y Yohan, siendo su amigo el único que la apoyaba de forma incondicional, remarcando que quería ser el primer catador de cada una de las recetas que realizase y alegando que, en cuanto abriese su propia tienda, sería un cliente asiduo. Su familia, por otro lado... Veían ese hobbie como solo eso, no como una pasión, y mucho menos algo a lo que dedicarle tanto tiempo.
Aún recordaba la primera vez que les había sorprendido con unas magdalenas, las primeras que había hecho ella sola, sin ayuda de la niñera que estuvo presente durante toda su infancia y parte de la adolescencia. No solo la criticaron diciendo que le faltaba azúcar, que el chocolate era demasiado amargo, sino que también la regañaron por pasarse toda la tarde encerrada en la cocina en vez de estudiando en su habitación.
Sin embargo, aquello no hizo más que aumentar su ambición y su determinación, prometiéndose a sí misma que algún día lograría tener la aprobación de sus padres. Y que conseguiría cumplir su sueño de dedicarse profesionalmente a eso, y no a ser abogada o violinista profesional, como todos se esperaban.
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God's Menu - Kim Seungmin
FanfictionPara Yerim, las segundas oportunidades no son más que una pérdida de tiempo; pero cuando Seungmin reaparece en su vida, después de años sin hablar, su coraza empieza a quebrarse. *** Solo se necesitan tres adjetivos para describir a Yerim: fría, rac...