Diez.

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MELO

—¡Puedo hacerlo! —me repetía por tercera vez antes de tomar valor para tocar a la puerta.

Al hacerlo, dejé de respirar y los nervios se apoderaron de mi estómago.

¿Por qué me comportaba de esta manera? No es como si hubiese hecho algo realmente malo.

Se lo merecía.

—¡Qué sorpresa verte por aquí, cielo! —murmuró la señora Phillips, quién me regaló una cálida sonrisa. Es la copia exacta de los ojos de sapo—. ¿Vienes a traerle la famosa sopa de los Gutiérrez a Said?

—Así... es.

—Pasa, él se encuentra en su habitación. Me cayó justo tu visita, debo irme un segundo a resolver un asunto que tengo pendiente.

Oh, mierda.

Esperaba que no quisiera dejarme como niñera.

Ojalá me hubiese dicho que no podía pasar.

—¿Podrías echarle un vistazo mientras vuelvo?

Doble mierda.

«Vamos, di no y listo».

—Es que... yo...

—¡Genial! Qué bueno que hayas aceptado. Cuídalo por mí, cielo.

«¿Queeé? ¡No! ¡No dije que sí».

Estaba tratando de buscar una manera educada de rechazar su oferta, no estaba aceptando ser la niñera del molesto de su hijo.

Resignada al ver cómo la señora Phillips se subía a su coche, cerré la puerta y dejé la sopa en la encimera de la cocina sin saber muy bien qué hacer.

Hace media hora se me había pasado por la cabeza ponerle más laxantes a la sopa, pero ya sería muy sospechoso y intuirían que fui yo.

¿Debería irme y dejarlo a su suerte?

No, no podría vivir con aquello.

Me odiaba por ser tan buena persona a veces.

Subí las escaleras hasta el segundo piso y observé la puerta que dice "Prohibido el paso a mayores de cuarenta años" en rojo con varias calcomanías de guitarras pegadas en la madera.

Rápidamente intuía de quién se trataba.

Algo tan infantil e inmaduro no podría ser de otra persona que no fuera el idiota de Said.

Sin tocar, accedí a la habitación. El ambiente se veía como si alguien estuviera agonizando por lo desordenado y lúgubre que se encontraba el lugar. Mirando me di cuenta de que las cortinas largas y oscuras impedían que la luz pasara por las ventanas, por eso todo parecía como si fuera un filtro de alguna película de horror.

Las mentiras que te escribía © | EN CURSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora