Treinta y cinco.

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MELODY

Antes de terminarme la última fresa con crema batida, que saqueé de la cocina sin que mamá se diera cuenta, se oyó el timbre.

Pero no de una manera calmada cómo lo harían las personas promedio cuando van a molestar, digo, "visitar" casas ajenas.

Y cómo el individuo más cercano a la puerta ahora mismo soy yo, estoy segura de que tendré el placer de abrirla.

—Melody... —canturreó mi mamá.

Resoplé. Lo sabía.

—¿Sí, queridísima madre?

—No me gusta que uses ese tono conmigo.

—¿Cuál tono? —fingí confusión.

Detesta que le conteste con ironías o use un tono sarcástico, pero se lo merece por ese complot con la señora Phillips de emparejarme con su hijo.

«Plan que ha funcionado».

Sacudí la cabeza.

—No sé de qué hablas —le contesté.

—Solo abre la puerta —me dijo, con voz amable pero firme.

Refunfuñando le tomé la palabra.

Cuando abrí la puerta y vi la cara de cierta persona no muy agradable para mi vista, tuve el atrevimiento de cerrarla en su cara.

Y antes de que pudiera reanudar lo que estaba haciendo, vuelvo a escuchar los golpes contra la madera. Temía que no se rendirá tan fácilmente.

Para evitar llamar la atención de mamá, le abrí.

—¿Qué haces aquí? —le cuestioné al verlo en el umbral de mi puerta. Justo a él.

—¿No me invitas a pasar? —Su sonrisa petulante me dan ganas de bajarle todos los dientes uno por uno.

No, Melody. No busques problemas.

—¿Qué haces en mi casa, Dave? —le repetí la cuestión al susodicho.

—¿Quién es, hija? —le escuché decir a mamá, veo como asoma su cabeza en la pared de la cocina—. ¿Es Said? Ya era hora que se pasará por aquí.

—No. No es nadie, mamá. Solo era un fastidioso vendedor  —grité para después cerrar la puerta detrás de mí, quedándonos a fuera ambos.

La conozco lo suficiente para saber que sí se entera que es amigo de Said, lo hará pasar e incluso tendría la osadía de invitarlo a cenar.

Y justo hoy no quiero dormirme con un mal sabor de boca.

—¿Por qué tan brusca conmigo? —Sus labios se formaron en un puchero—. Que yo sepa, no te hice nada.

Las mentiras que te escribía © | EN CURSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora