Dieciséis.

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«Querido Said:

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«Querido Said:

Creí que era broma, pero cuando tu rostro se enserio supe que no era así. Tus ojos penetrantes me observaron mientras alzabas una ceja.

Me preguntaste que era lo tan gracioso y no pude contener en estallar en carcajadas otra vez.

Parece que fui la única que le vio el lado chistoso al asunto porque cruzaste los brazos sobre tu pecho y frunciste el ceño.

Tomé una cucharada del helado para llevarla a mi boca, pero me la quistaste y te la comiste.

Protesté al respecto, pero tú solo te encogiste de hombros y dijiste que si tanto lo quería, podría recuperarlo besándote.

Con eso fue suficiente para sentirme asqueada y levantarme de la mesa, y tú hiciste lo mismo segundos después. Me alejé enseguida y intenté salir por la puerta, pero fuiste más rápido.

Me acorralaste cómo en tu habitación aquella vez. Te acércate peligrosamente hacia mí y mi corazón tembló.

¿Qué tramabas?

Lo descubrí a los segundos.

Con agilidad y suavidad tomaste mi mentón, como si temieras de que fuera a romperse. En tu mirada se percibía una pisca de malicia, seguro lo estabas disfrutando dios del mal.

Flaqueé cuando sentí tu respiración cálida al inclinarte hacia mí para estar en la misma altura.

Y luego sucedió.

Cerré los ojos como un reflejo, no obstante, no llegó lo que esperaba. No me habías besado.

Solo me quitaste una mancha de helado que tenía en la mejilla y con tu estúpida sonrisa te llevaste el dedo manchado de fresa a la boca.

Y dijiste:

"¿Ves? No soy el único que tiene ganas de que ese beso se repita".

Pero no supe que contestar, así como pude salí de la heladería con el corazón latiéndome a mil.

«¿Por qué cerré los ojos? ¿Y sí tú tenías razón?»

Esas preguntas no dejaron de rondar mi cabeza toda la noche.

Att. Una Melo todavía confundida».

 Una Melo todavía confundida»

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Las mentiras que te escribía © | EN CURSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora