Treinta y tres.

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MELODY

Antes de que Said dijera algo, me fui a la cocina a terminar de ordenar unas latas que dejé a medio hacer con Axel.

Para mí sorpresa, cuando quise poner algunas sobre la repisa más alta, Said me alzó para que pudiera colocarlas en su lugar tomándome de la cintura. Al dejarme en el suelo nuevamente, quedé muy cerca suyo invadiendo su espacio personal.

Quizás a él no le importó demasiado, pero a mí sí. De pronto tenerlo a esa cercanía me asfixiaba un poco.

—¿Te gustaron los auriculares? —Comenzó a decir.

—Por supuesto. ¿Tengo que agradecértelo?

Encarné una ceja en su dirección, cuestionándolo.

—Sí, digo no. Si quieres, claro. Pero si no, no lo hagas. —Soltó algunas carcajadas nerviosas. Debí de estar soñando—. No sé ni lo qué estoy diciendo. Lo que quiero decir... es que... lamento que mis amigos te hayan roto todos esos auriculares. En especial, Dave. No quise que eso llegara tan lejos.

—Diría lo mismo de los laxantes, pero en verdad lo disfruté.

—Ya, mis amigos duraron menos días con diarrea que yo.

—Ah, eso fue porque al tuyo le puse dos laxantes y al de ellos uno solo.

—Eso fue cruel —masculló.

—Vamos, te hice un favor —Sonreí y él solo frunció el ceño—. Deberías de agradecerme. ¡Te limpié el colon!

Como pude me subí sobre la meseta, digamos que para estar a la misma altura.

Said apoyó su espalda sobre esta para acompañarme.

—Gracias, supongo —comentó con un tono sarcástico—. Mi gastroenterólogo y mi mamá estarán contentísimos.

—Ya sé. —dije con obviedad.

Nos miramos para después romper en carcajadas. Jamás creí que estaría riéndome con Said de una venganza tonta, ni en mis más locas pesadillas.

Sus ojos azules me atraparon por primera vez, sabía que tenía un poco de verde, pero son demasiado hermosos.

Me sigue dando curiosidad una cosa, pero no sé si deba preguntar.

—Sé que mis ojos son bonitos, pero los vas a desgastar si me miras con tanta intensidad.

—¿Qué? ¿Yo mirar tus ojos de sapo con intensidad? No sé de qué hablas.

Rayos. ¿Hace cuánto me quedé mirándolo fijamente?

—Eres muy obvia, Melody —acotó apretando mi mentón de manera juguetona para luego acariciar mi cabeza como si fuera un perrito—. Estudiarte desde lejos me ha hecho un experto en leerte. Sé lo que vas a decir o hacer antes de que lo ejecutes.

Las mentiras que te escribía © | EN CURSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora