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Mamá va a matarme en cuanto se entere que mi promedio volvió a bajar y peor aún, que los dos últimos exámenes me dejaron en el subsuelo.

La cartilla de notas brilla frente a mi, burlándose en mi rostro con las marcas rojas que denotan mis bajas en ciertas materias. Y detrás de esto el profesor Kim que me observa con cierta decepción. Después de todo, intentó ayudarme bastante después del último intento que hice para irme al más allá, pero para él, fue el primero. No bastaron sus esfuerzos, ni tampoco el mío, mi estancia en el colegio iba en decadencia al igual que mi estabilidad lo que hacía de todo esto más triste.

Lo siento Beom-Gyu, tu madre o algún adulto debe retirar tu cartilla, eso ya lo sabes, si apruebas todas puedes retirarla tú, pero como no es tu caso... —asentía sin mucho esfuerzo ante cada palabra que soltaba, caminando hacia mi asiento con calma.

El profesor por otro lado es... ¿Amable o solo siente lástima? Muchas veces me encuentro a mi mismo observándolo en las clases de literatura, acomodándose sus anteojos, arremangando su camisa negra que suele llevar de vez en cuando, revisando que el polvo de la tiza del pizarrón no manche su prenda favorita.

Al finalizar la clase toma asiento, observa su reloj, acomoda sus cabellos hacia atrás con calma, provocando uno que otro suspiro de alguna de mis compañeras. Provocando un extraño sentimiento en mi estómago, un nerviosismo sin sentido cada vez que sonríe cuando nuestras miradas se cruzan. A lo mejor es la manera en la que relata los textos lo que nos deja anonadados a más de uno, la manera en la que utiliza sus manos para expresarse o sus gestos atractivos lo que paraliza el corazón de decenas de personas.

El profesor Kim fue la persona que me encontró en la terraza del colegio hace dos meses, la única persona que sostuvo mi mano y que me atrapó entre sus brazos, sin decir mucho, ahogando su voz en un nudo que creí sentir cuando dijo "No te preocupes, estoy aquí", aferrándose de mi cuerpo sin intensión alguna de soltarme.

Supongo que ese día ganó mi atención, al ver sus ojos rojos por algo que yo estuve a punto de hacer, como si comprendiera o le asustará la idea de perderme.

El profesor Kim Tae-Hyung me abrazó ese día y creí, creí que todo estaría bien, creía que en sus brazos ya nada podía estar mal.

Hoy sólo le sonrió a la clase y salió rápidamente del salón, sin dirigirme ni una mínima mirada, sin voltear a verme ni un solo segundo. Seguramente es un día ocupado.
Intenté ver hacia dónde había ido, observando cómo corría por la entrada del colegio hacia dónde estaba su automóvil estacionado, revisando el cielo una y otra vez, seguramente preocupado porque la lluvia caería en cualquier momento.

Un suspiro salió de mis labios, alejandome del enorme ventanal que me dejaba ver todo el exterior. Tomando mi mochila y guardando mis libros junto a las fibras resaltadoras que mamá había comprado el fin de semana. Dijo que me ayudaría a organizarme para poder estudiar mejor.

Las clases ya habían terminado y yo rápidamente me dirigía a la parada de autobús, rogando que no lloviese hasta que pudiera llegar a casa. Dejándome sin ánimos al ver como la parte cubierta de la parada estaba llena de alumnos que se empujaban los unos a los otros al sentir como caían las primeras gotas de lluvia.

Sabía perfectamente que lloveria y ni aún así fui capaz de tomar un paraguas, mi cuerpo frio sentía como mi chaqueta era la primera en estarse empapando, seguido de mi cabell-
Seco, la lluvia dejó de caer sobre mi, es más, sentí un leve empujón al ver como un muchacho que al igual que yo traía el cabello negro, mismo uniforme, una mirada tranquila y un claro paraguas que sostenía sobre ambos, se colocaba junto a mi.

En la radio se estuvo anunciando que lloveria toda la semana, ¿Por qué no tienes un paraguas, chico tonto?

Su voz se escuchaba con calma, sus manos jugueteaban con la lluvia.

—N-no creí que fuese nece-sario...

Una sonrisa burlesca, aquello fue lo único que pude distinguir de todas sus muecas, lo único que comprendí de su tan atropelladora presencia.

Entonces le acerté a lo de chico tonto.

No supe qué decir, su presencia irradiaba atrevimiento, su mirada y su sonrisa gritaban " soy un sin vergüenza"
Sus movimientos me confundían, extendiéndome su paraguas mientras observaba para todos lados ansioso.

¿Qui-én eres? — No logré escuchar una respuesta de sus labios, solo observé como me arrojaba su paraguas encima y corría hacia el autobús que había frenado a varios metros de nosotros. Dejándome un tanto aturdido.

El autobús se marchó con rapidez seguido del que yo debía tomarme, obligándome a reaccionar y desarmar el objeto entre mis manos, denotando un nombre en el mango de este.

"Propiedad de Choi Yeon-Jun
-Hanlim School-
3° año- clase 3"

—¿Choi Yeon-Jun?

Había logrado llegar a casa sin empaparme por completo, agradeciéndole al paraguas y al chico que lo arrojó sobre mi a sabiendas de que podría mojarse e incluso ser regañado.

Suspiré un par de veces ya en mi habitación, luego de haberme quitado el uniforme y colocado algo cómodo y cálido para pasar lo que resta de la noche, fijando mi vista en el radio que yacía sin encender a un costado del escritorio, acercándome para verificar que funcionara correctamente dado que nunca era utilizado, no era fan de las emisoras ni de la música en si. A mi madre le parecía ser un ruido innecesario que le provocaba dolores de cabeza. Pero mamá aún no ha llegado y el artefacto parecía funcionar perfectamente.

Sólo escucharía algunas noticias, algo para distraerme en lo que me preparo para poder estudiar a gusto hasta altas horas de la noche.

Coloqué la primera emisora que se escuchaba con claridad, el sonido de una guitarra apareció fuertemente llenando la habitación de un sonido que claramente mi madre categorizaria como música ruidosa de niños rebeldes.

》¡Lo que acaban de escuchar es Seo TaiJi and Boys, sonaba Anyhow Song, pedido especial de nuestro fiel oyente, pedido especial de YeonJunie!《

¿Todo el mundo se llama YeonJun hoy en día?

𝑺𝒖𝒎𝒎𝒆𝒓 1993 [𝑌𝑒𝑜𝑛𝑔𝑦𝑢/𝐵𝑒𝑜𝑚𝑗𝑢𝑛]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora