Capítulo 7

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Cada paso que daba en los oscuros pasillos era un golpe en el corazón; sentía una mezcla de felicidad y nostalgia al estar en un lugar con tantos recuerdos. Cada aventura y cada broma vivida a lo largo de los años como estudiante y ahora, lo único que quedaba eran atisbos de resentimientos y venganzas. Tantas culpas y errores cometidos le pesaban; no era fácil dar vuelta a la página, y menos cuando sabía de antemano que también le estaba afectando a los que más quería. Andrea llegó hasta su habitación; un sitio acogedor con algunos sillones enfrente de la chimenea que, apenas, tenía una leve llama. Alexander dormía de una manera incómoda que, al amanecer, tendría un tremendo dolor de espalda; era probable que también él necesitaba estar a solas y pensar.

Se acercó a él lo más sigilosamente posible; observó con detenimiento cada rasgo suyo. El cabello, las mejillas, los labios dulces para ella; lo amaba, esa era la realidad, pero no podía estar con él y mucho menos cuando dudaba de su amor. Esa discusión fue de las peores; jamás en su vida se hubiera imaginado tener. Lo que Alexander le dijo le dolió; odiaba que Connor estuviera fastidiando sin siquiera estar tan cerca. ¿Qué era lo que le había hecho? ¿Qué tantos errores estaba pagando? Quizás esas bromas hechas a Kissy y Lesma pasaban factura y el universo se lo estaba cobrando. A veces deseaba tener una pócima para curar el dolor, pero lo sabía: la magia no lo resolvía todo y de seguro tendría más problemas que soluciones. Nunca imaginó que sería su amigo y que la ayudaría en una de sus travesuras; se preguntó el cómo se lograron enamorar. A lo mejor fue tanto tiempo en el que pasaron juntos, pero a decir verdad, Alexander siempre ha sido la persona más tierna y dulce, el único con quien se ha sentido segura estando en sus brazos. Ya no pudo seguir ahí parada y observándolo dormir.

No quería que su hermana sufriera, si era necesario ella aguantaría el castigo que quería causarle Connor, sin embargo él sabía sus puntos débiles, siempre las supo y sabía exactamente en donde darle. Era increíble pensar que también él era un Gryffindor, por esa misma razón tenía la ventaja aunque tarde o temprano cometería un error y ella buscaría la forma de aprovecharlo. Era momento de darle lo que quería, era el momento de dejar de fingir que era un héroe y que todo lo podía. Al verla, no pudo evitar sonreír, tal cual un niño que le dieron un caramelo; esos ojos que en antaño eran diferentes, ahora mostraron un brillo de triunfo y ambición. Connor Reed quería destruir su corazón, quería que sufriera para ser él mismo quien la terminara de consolar a su modo. Romper la fortaleza de cada una, hacer añicos la esperanza y destruir por completo su voluntad.

―Esto no hubiera sucedido si te hubieras entregado a mí.

―Me engañaste, ¿qué querías que hiciera?

―Amarme como yo lo hice.

Pudo sentir el cuerpo de él, apretujado contra el suyo mientras se rendía a su suerte. Su túnica quedó desgarrada; había sido así de un modo tan brusco y tosco. Sentía pena y tenía miedo. Esos labios desconocidos los besó, rozándolos tan asquerosamente; ansiaba que su hermana no la viera de esa forma, no quería que presenciara lo que parecía ser lo inevitable. Connor siguió besándola, pero no eran esos besos de antaño, de aquellos de su juventud; eran más fieros.

―Eres preciosa. ―Era repugnante oírlo mientras la besaba; le producía náuseas.

Se obligó a no pensar; la imagen de Alexander besándola de una manera diferente a él, de una forma dulce y tratándola con ternura inundó su alma. Deseaba que estuviera a su lado para protegerla. Lo sentía tan pegado al cuerpo, extasiado de un placer demente. Las manos recorrían su cuerpo tembloroso; rogaba a Merlín que se detuviera y que la dejara en paz, pero cada vez estaba más cerca. Despertó sobresaltada; su frente estaba perlada de gotas de sudor, trató de calmar su respiración. Andrea se encontraba agitada por aquel sueño; los ojos le escocían por las lágrimas contenidas y se preguntaba si era mejor dejarlas escapar. Apenas los rayos del sol se colaron por la ventana, se levantó para arreglarse y bajar a desayunar antes que todos. Se sentía cansada, y sus ojos estaban rojos e hinchados; fue difícil contener el llanto y esperaba que nadie lo notara.

El vuelo del fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora