Capítulo 13

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En colaboración con Vilde Saetre


El barrio de Hampstead no era, precisamente, la zona más céntrica de Londres, o la más cercana al Ministerio de Magia, pero a Mariana le había encantado tanto como para vivir ahí. El edificio donde vivía se encontraba en un parque que ocupaba una colina con vistas al distrito y al resto de la capital inglesa, sin mencionar que el barrio contaba con bastante historia arquitectónica. El departamento de la chica era bastante amplio, tenía una habitación principal y otra extra, además de un despacho que retozaba de libros y fotografías. Las paredes eran de un color blanco que llegaba hasta el alto techo, con piso de madera, y una chimenea de ladrillos; los muebles eran de un tono crema que contrastaba muy bien con la alfombra de la sala y las plantas que se encontraban por todo el lugar. Por las grandes ventanas, la luz se intensificaba en verano, mientras que en invierno, la vista hacia el parque era espectacular.

Desde el caso de Bastián Shadow, las cosas se habían ido complicando para todo el Departamento de Seguridad Mágica, incluyendo el de Cooperación Mágica Internacional; el papeleo aumentó considerablemente, sin mencionar, las extenuantes reuniones con diversos funcionarios. Mariana se había visto obligada a pasar más tiempo en la oficina que en su propia casa, sin embargo, en su tiempo libre debía ponerse al corriente con toda la pila de expedientes e informes de lo ocurrido en Francia. Aquel fin de semana, el frío comenzaba a sentirse, un indicio de que el otoño estaba cerca, y suficiente para prender la chimenea y abrir una botella de vino. A pesar de haber leído ya el testimonio de Andrea, no lo terminó, por lo que se sumergió de nuevo en la narración de los hechos. Seguía siendo complicado no tener emoción alguna al leer todas las perspectivas; para el resto de los aurores implicados, su amiga era la culpable de lo ocurrido, incluso, uno de ellos sugirió retirar, de manera inmediata, la placa de la chica. Ese comentario escrito y recalcado en mayúsculas la hizo sentirse enojada; conocía a Andrea, y confiaba en su palabra, pero por más que se adentraba en los informes, cada vez, encontraba ciertas incongruencias y acciones sin sentido.

«¿Acaso Charlie tendrá razón? A lo mejor, ni él ni Andrea están paranoicos y sí hay algo raro en todo esto. ¿Tú también te vas a obsesionar con el caso? No, pero, sí considero que se debe revisar bien los hechos. Dudo mucho que Andy haya tenido, por completo, la culpa. Actuó bajo su instinto, y no por impulso. No sé, pero siento que sus compañeros, en verdad, debieron apoyarla más o contenerla mejor. Y ahora entiendo cuando me riñó. Pero una cosa es no obedecer órdenes, y otra muy diferente no estar ahí para ella. ¿Y si se separaron para dejarla sola? ¿A qué te refieres? Andrea menciona que tomaron caminos diferentes para vigilar, y cuando menos lo notó, ella creyó ver a Connor. Sus compañeros aparecieron hasta después. ¿Podría ser que esto sólo fuera una trampa? No lo sé, pero todo es posible».

La chica estaba tan sumida en sus pensamientos que no notó haberse quedado en penumbra, sin otra iluminación que las llamas de la chimenea. Después de encender la luz, destapó otra botella de vino, llenó su copa y se dispuso a seguir trabajando; realizó algunas anotaciones en una libreta, por unos instantes, miró el fuego, pero lo que vió la hizo sobresaltarse. La cabeza de Mark estaba entre las llamas, y si no estuviera acostumbrada a tener que comunicarse mediante ese medio, aquella visión le habría dado un susto de muerte. Pero, en vez de ello, una sonrisa cruzó por su rostro; con algo de incredulidad y mucha emoción saltó del sillón y se agachó a la alfombra junto a la chimenea.

—¿En serio eres tú?

—Hola, cariño. —Saludó alegre y con una sonrisa muy ancha—. Sigues viéndote tan hermosa como la última vez. —«Oh por Merlín, es él. En verdad, es él. Y está... bastante guapo. Y no es que no lo fuera, pero... está jodidamente guapo». Mark estaba bastante diferente de como lo recordaba, el cabello lo tenía más largo de lo usual, los rizos resbalaban por un costado de su frente y una ligera barba se le notaba. Los años no habían pasado en balde, y si no fuera por lo mucho que le sorprendió a Mariana lo de su chimenea, el shock de verlo, habría sido mayor.

El vuelo del fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora