I. Has cambiado

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Un estrecho y poco profundo río corría suavemente por el bosque; al pie de la montaña, sus aguas claras reflejaban la luz del sol de mediodía. En una roca a su lado, estaban una capucha roja extendida y una manta blanca. Un par de manos delgadas, de piel pálida, las palparon para comprobar si estaban secas.

El joven de manos pálidas tomó la capucha y se la puso sobre sus pulcras túnicas blancas. Tomó el gorro entre sus delicados dedos, subiéndolo a su cabeza, para ocultar sus rizos negros, su frente y los estrechos ojos verdes; del resto de su cara, apenas se podían ver, la pequeña nariz y los labios suaves. Tenía una expresión gentil sin la capucha, mientras que con ella se veía misterioso.

Tomó la manta blanca a continuación y la espada en su cintura, se trataba de una fina pieza con mango rojo, la guarda con amapolas y ramas talladas; la vaina era roja también, con los mismo detalles plateados; esta última fue cubierta por la manta blanca y la espada regresó a su lugar en la cintura del joven.

Su nombre era Jimmy Page, su primer nombre era relativamente común, así que lo usaba sin fijarse; el apellido, por otro lado, siempre lo cambiaba. No solía presentarse, pero al registrarse en posadas, era bueno para cubrir sus huellas.

Jimmy miró la palma de su mano izquierda con decisión. Había una larga cicatriz atravesándola.

"Nunca me ha gustado la venganza, pero es una lástima que no estaré para disfrutarla", pensó Jimmy, antes de cerrar la mano en un puño firme.

Se encargó de borrar toda evidencia de que alguien había iniciado una fogata y dormido junto al río, antes de adentrarse al bosque que rodeaba la montaña.


Había avanzado algunos kilómetros a pie, cuando el sol se había ocultado, así que buscó un árbol con ramas altas, para pasar la noche; sin embargo, el sonido de pies ligeros lo puso en alerta. Se ocultó detrás de un árbol, cubierto por los arbustos; pudo ver a tres individuos de negro correr con sigilo.

Jimmy escuchó los cascos de un caballo muy cerca y asumió que era el objetivo de los individuos. Al verlos a todos cubiertos y con espadas, decidió quedarse a observar. Se ocultó perfectamente, siguiéndoles de cerca sin que notaran su presencia.

El carruaje se detuvo en mitad un claro, mientras era rodeado por unos veinte individuos, todos vestidos de negro y con velos debajo de sus ojos, guardando su identidad. Avanzaron sigilosos, sus ojos sobre la carroza y el conductor, que estaba cubierto por un capucha negra, inmovil, como si le hubieran crecido raíces.

Uno de los individuos realizó el primer movimiento, lanzando su espada, que decapitó al chofer. La capucha negra cayó sobre sus hombros y una cabeza rodó por la tierra, aterrizando cerca de los pies de unos de los individuos de negro; este frunció el ceño y miró de cerca: parecía un cráneo hecho de raíces, hasta tenía pequeñas hojas creciendo como orejas.

De pronto, la carroza explotó, de ella surgieron poderosas raíces de plantas y lianas gruesas. El caballo corrió relinchando, apenas esquivando los trozos de madera que se clavaron en los árboles y en un par de los individuos.

Los individuos que reaccionaron a tiempo cortaron las raíces con sus espadas antes de que los rodearan, el resto fue inmovilizado, sus cuerpos comprimidos por la fuerza, hasta que la sangre brotó por todas sus cavidades y los ojos perdieron brillo.

Los que sobrevivieron fueron capaces de presenciar la imponente figura que se alzó de entre los restos del carruaje, un joven delgado, con túnicas negras atadas con un cinturón elegante con toques rojos, de diez centímetros de ancho; sus rizos rubios se movieron por el viento que provocó su ataque y en sus ojos azules brillaba la ira. Las botas negras aterrizaron, levantando el polvo.

Jimbert - Carry on wayward sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora