XIV. Es tu espada

72 8 14
                                    

Una vez en el palacio Amapola, fueron informados de que la gobernadora se encontraba en una importante reunión a puerta cerrada. Jimmy tuvo que autorizar él mismo, el uso de los calabozos, para que Janis pudiera encerrar e interrogar a Eva. La señorita Barron fue ordenada para asistirla en ello, a pesar de que dejaría de estar en servicio para el palacio Amapola ese mismo día.

Jimmy suspiró, todavía de pie en el patio y miró hacia la montaña nevada; parecía que se avecinaba una tormenta hacia el pueblo, así parecía desde hacía algunos días, pero no estaba seguro en qué momento caería el primer copo de nieve en Amapola.

Observó a su derecha, al demonio que aguardaba tranquilamente; no se veía afectado por el frío a pesar de llevar ropas más ligeras que Jimmy, sus mejillas y nariz no se tornaban rojas como las de los humanos; en su mirada firme, podía ver un rastro de dolor y tristeza.

—Vamos a la biblioteca, te enseñaré esa canción que te gustó tanto— dio un golpecito en su brazo. Robert lo miró, antes de seguirlo al interior del palacio.


En la entrada de la biblioteca, cercana a la sección musical, había dos instrumentos de cuerdas. Jimmy tomó uno y revisó la afinación, mientras Robert leía el lomo de los libros.

—Puedo tocarte la canción si eso ayuda— ofreció, pasando los dedos por las cuerdas, pero Robert sujetó el mástil del instrumento, deteniendo el sonido.

—Odio la música— le recordó. Jimmy rió suavemente.

—¿Para qué buscas la canción entonces?— retiró el instrumento del alcance de Robert y lo colocó sobre un estante.

—Sólo quiero asegurarme de algo— respondió serio. Jimmy sabía que sus respuestas vagas eran imposibles de entender, así que comenzó a buscar él mismo, para extraer una antología de lomo amplio. Hojeó sus páginas, en busca de las palabras correctas.

—"Gracias"— leyó, consiguiendo la atención de Robert, quien arrebató el libro de sus manos para leerlo.

Sus ojos pasearon por los versos de una breve canción de amor y progresivamente, la expresión de su rostro se tornó en una de furia. Terminó de leer con ira, luego buscó algo más en la antología, pero sin éxito.

—¿Por qué no tiene autor?— cuestionó, exigente.

—Es de su antología personal. El maestro hechicero tenía una afición por la música; aprovechaba sus viajes de hechicería para recolectar piezas musicales clásicas y crear antologías— explicó—. También escribía, esa de ahí es de sus canciones originales— aseguró, siendo el tema musical, el único que dominaba perfectamente sobre el maestro hechicero.

Robert se mostró molesto, pero claramente luchaba por contenerse y no mostrar más sus emociones.

—¿Dices que la escribió él?— lo cuestionó. Jimmy asintió. Robert cerró la antología gruesa y con ambas manos, la partió en dos. Page jadeó en sorpresa.

—¡Robert! Es una copia, pero no debes detruir-

El rubio arrojó la antología al suelo, murmurando maldiciones. Jimmy se limitó a verlo salir de la biblioteca en un arranque de furia. Sólo suspiró; lo había acompañado para poder descubrir un poco más de ese hermoso y misterioso príncipe demonio, pero ahora tenía más dudas.


La señorita Barron llevaba una bandeja con material para hechizos, un par de frascos de sangre de animal, huesos pequeños y demás artilugios. Se apartó al ver a Robert pasar enfurruñado. Consideró intervenir, pero ese ya no era su problema, pues ya no serviría más al palacio Amapola.

Jimbert - Carry on wayward sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora