III. Algo extraño

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Jimmy mostró debilidad ante la situación emocional de Robert; por supuesto que el rey de los demonios no iba a desaprovechar la oportunidad. Se aferró al brazo de Jimmy y caminó por la calle con él a su lado, de forma coqueta.

—Conozco un bar excelente en esta zona— comentó el rubio con alegría—. Apenas pasa del mediodía, pero ya deben estar sirviendo tragos.

—¿No crees que tienes un problema con el alcohol?— se burló Jimmy, sin muchos ánimos. Robert levantó una ceja.

—¿Estás bromeando? Tú bebías por días enteros; comparado contigo, soy un bebedor moderado— sonrió ampliamente.

Definitivamente sí había algo diferente en Robert.

—¿Desde cuándo disfrutas hacer cosas de humanos?— lo cuestionó. Robert soltó una suave risa, recargando su sien en el hombro de Jimmy y apretando su agarre en el brazo delgado.

—Si estás tú todo es divertido— murmuró. Jimmy volteó a verlo, pero Robert se apartó, sujetando su muñeca y avanzando a prisa, tirando de Jimmy—. Vamos— lo apresuró.

Jimmy se dejó arrastrar, sintiendo una ligera presión en su corazón. ¿Por qué Robert seguía actuando como si fueran íntimos amigos?¿Por qué seguía diciendo cosas como esas tan casualmente? Todo se sentía tan fuera de lugar.


Tomaron sus asientos en una mesa redonda; pidieron una botella, con la que Robert sirvió a ambos. Jimmy agarró su trago y lo llevó hasta sus labios, pero la mano de Robert lo detuvo, provocando que se derramaran algunas gotas.

—Ups— se rió el rubio; sacó un pañuelo y limpió la barbilla de Jimmy con toques suaves. Jimmy le dio una mueca.

—¿Qué sucede?— se quejó, recuperando su trago. Robert tomó su propio vaso y lo golpeó contra el de Jimmy.

—Brindemos— sonrió—. Porque nos volvimos a encontrar— dijo antes de beber todo de una. Jimmy soltó el aire de sus pulmones y se forzó a sonreír.

Por supuesto que estaba contento de ver que Robert se encontraba bien, de verlo feliz y despreocupado, pero en el fondo, sabía que tenía que marcharse. Su corazón se debatía entre disfrutar el poco tiempo que tenían o no darle falsas esperanzas a Robert; y eso era realmente doloroso.

Lo observó beber contento, rellenar sus vasos y platicar de tonterías sin sentido; mientras en el rostro de Jimmy se dibujaba una sonrisa tranquila. Ese momento con Robert se sentía como estar de vuelta en casa. Logró hacerlo olvidar su venganza por algunas horas.


Después de varias botellas y charlas triviales, el escenario del bar estaba listo para un pequeño espectáculo. Una mujer con una mandolina tocaba delicadamente. Su voz angelical entonaba versos hermosos; una bella canción de amor que relataba las emociones con analogías de las estaciones del año. Jimmy sentía que conocía la melodía, pero no pudo encontrar los versos en sus memorias.

Bebió de su vaso, notando que Robert movía los labios como si interpretara la canción él mismo. Se le quedó mirando con extrañeza, casi sin ser capaz de reconocerlo; el rubio movía la cabeza, sus ojos cerrados, disfrutando de la canción.

—Creí que no te gustaba la música— comentó, consiguiendo que el otro abriera los ojos.

—Volví a encontrarle el gusto— le sonrió. El ceño de Jimmy se frunció, contemplando las actitudes de Robert nuevamente—. ¿No te gusta la canción?— preguntó Robert, al verlo tan pensativo, sin embargo Jimmy lo ignoró; terminó su vaso de un trago y caminó lejos de la mesa.

Jimbert - Carry on wayward sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora