Capítulo 9 Encuentro

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—¿Por qué me miras tanto? — le preguntó la mujer de ojos claros.

—A veces me parece imposible creer que eres real — le respondió absorta en la intensidad de su mirada — Y sobre todo me parece aún más increíble que estés aquí conmigo, a mí lado —levantó su mano acercándola al rostro de aquella mujer y pasando un mechón de cabello detrás de su oreja haciéndola sonreír — ¿Te había dicho lo mucho que amo tus ojos? — le preguntó sin poder apartar la vista de ellos.

—No desde hace un par de horas, después de que te levantaras y me dejaras sola en la cama — le contestó con un toque de picardía y un guiño de ojo.

—Pues… es momento de que vuelva a repetírtelo. Amo tus ojos y el brillo que hay en ellos — confesó una vez más tomando una de sus manos para entrelazar sus dedos — Contigo siento estar viviendo en un cuento de hadas todo el tiempo.

—Bueno, podríamos estar viviendo en uno realmente si hubieras decidido aceptar que viviéramos en el pueblo al que fuimos a esquiar el año pasado.

Soltó una carcajada al recordar el viaje sorpresa que había organizado para celebrar el cumpleaños de la mujer de ojos verdes.

Sabía las ganas que tenía de conocer aquellas montañas y aprender a esquiar en ellas. Fue todo un logro hacer las reservas y las compras necesarias sin que ella se diera cuenta. Pero ver la ilusión en su rostro al enterarse era algo por lo que volvería a hacerlo mil veces de ser necesario.

—¿Y arriesgarme a que te congeles o termines convirtiéndote en una bola de nieve? — dijo entre risas al recordar como se habían perdido en la montaña y habían tenido que esperar horas a que alguien finalmente las auxiliara.

—Bueno, no tendría nada de qué preocuparme teniéndote a mí lado — la mujer de ojos claros contraatacó — con tu insufrible temple ante el peligro — volvió a reír recordando como había estado a apunto de sufrir un colapso nervioso al no tener idea de cómo iban a poder salir de ahí.

—Oye — fingió molestia soltando su mano y rodando los ojos.

La mujer de ojos claros la tomó de sus mejillas obligándola a verla. Haciendo que una vez más como siempre que lo hacía, se perdiera por completo en aquellos ojos verdes…

Era sábado al mediodía y Daniela llevaba ya más de una hora sentada en la banca de aquel parque justo frente al área en el que jugaban varios niños. Aunque los veía, no podía concentrarse en ellos, su mente volvía a perderse entre los recuerdos y el sueño de la noche anterior.

—Estoy segura de que son los mimos ojos — dijo en un susurro — los de la mujer con la que sueño y aquellos que estoy completamente segura de haber visto en el espejo.

—A ver —Kim la sacó de sus pensamientos —Explícame una vez más porque en verdad necesito entenderlo — le pidió la rubia. Daniela soltó un suspiro y volvió a repetir una vez más la historia a su amiga.

—Como te dije Kim, llegué a la supuesta dirección que Juliana me dio del restaurante y cuando llegué resulta que en el lugar había un bar, un chico se me acercó y le expliqué que buscaba el restaurante y le mostré la dirección, él me dijo que la dirección estaba mal , esperamos a su amiga para que me ayudaran y de pronto Juliana apareció y cuando voltee a despedirme y agradecerle el chico ya no estaba ahí, ni él ni el bar, frente a mí estaba el restaurante que juliana había dicho, era como haber estado en dos lugares al mismo tiempo… — su vista seguía la frente, no quería ver a su amiga por miedo a que pensara que estaba loca.

—Ok. — Kim volvió a hablar — Y después ¿qué pasó?
Daniela volvió a suspirar recordando.

—Pues estuvimos en el restaurante mis papás, Juliana y yo, todo iba muy bien, papá se encontró con un viejo amigo que iba con su familia y se unieron a nuestra mesa. Estuvimos casi hasta la medianoche. Al llegar a casa, me despedía de ellos porque me sentía muy cansada y subí a mi habitación para acostarme, no supe en qué momento me quedé dormida, pero desperté luego del sueño que te conté — Kim no decía nada dándole a entender a Daniela que continuara — Y bueno, como sabes llevo poco tiempo siguiendo el consejo de Sebas de escribir mis sueños, así que me levanté y fui a mi escritorio, saqué el cuaderno de uno de los cajones y me puse a escribir. Y luego…

Tiempo y DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora