Capítulo 10 Más que un simple sueño

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Poché tenía fija su vista en el techo de su habitación mientras permanecía recostada en su cama, el cansancio que sentía era verdaderamente abrumador.

Hacía ya una semana que había comenzado a trabajar en la clínica con la mamá de Juliana y eso sumado a la carga que tenía en la universidad al faltarle únicamente tres meses para graduarse la tenían completamente exhausta.

Si bien era cierto que amaba lo que hacía, últimamente había comenzado a cuestionarse si eso era en verdad lo que quería. Sobre todo, después del sueño que la había hecho despertarse de manera abrupta y acalorada.

Sin poder evitarlo repitió en su mente cada una de aquellas imágenes.
 
—Mira lo que encontré — la mujer de ojos avellana la llamó mostrándole un viejo cuaderno de pasta dura negra que llevaba en sus manos.

—No puedo creerlo — dijo emocionada extendiendo sus manos para que se lo entregara — ¿Dónde estaba?

—En una caja en el sótano — le contestó entregándoselo — lo encontré por casualidad, estaba buscando el recetario que me regaló mamá y lo vi — sonrió sentándose nuevamente a su lado.

La mujer de ojos verdes abrió el cuaderno y comenzó a mirar los bocetos y las fotografías que había en cada una de las páginas.

—Pensé que lo había perdido u olvidado durante la mudanza — le confesó a la de ojos avellana.

—No entiendo porqué no quisiste seguir con esto — la castaña comentó señalando las hojas del cuaderno.
—Sabes que amo mi trabajo — le contestó pasando cada hoja con cuidado — Esto solo era una manera de despejar mi mente, ya sabes, un pasatiempo.

—Lo sé, pero sigo creyendo que hubieses tenido un gran futuro en el arte, ya sea como pintora o fotógrafa.

—Tal vez en otra vida — contestó volteando a ver aquellos cafés que la envolvían y la hacían olvidarse de todo.
—Ahora que lo recuerdo — mencionó la castaña poniéndose de pie y dando unos pasos hacia el frente — Siempre te pedí que me hicieras un dibujo —recordó aún dándole la espalda y mirando el horizonte — Y ¿recuerdas lo que me dijiste?

—Sí — la ojiverde sonrió — Te dije que lo haría cuando la ocasión y el lugar fueran los indicados.
 
—Y dime — giró un poco la cabeza para mirarla por encima del hombro — ¿Este te parece un lugar propicio? — la cuestionó con una sonrisa.

—Creo que podría funcionar. ¿Por qué?

—Me parece bien, porque justo en este momento quiero que cumplas tu promesa y me dibujes — la castaña dijo volteando nuevamente y mirándola fijamente.

—Y ¿cómo qué tipo de dibujo quieres?

—Algo personal y que sea solo para tu galería privada — el tono de su voz le dio a entender sus segundas intenciones.

—Así, ¿y cómo es eso?

—Te lo dejo a tu consideración.

Dijo lo último al tiempo que soltaba los cordones que sujetaban su bata, abriéndola y dejando que se deslizara hasta el suelo, dejando a la vista del la ojiverde  su cuerpo totalmente desnudo.
 

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