Víctor miraba a través de la gran ventana de su vestíbulo mientras acariciaba a Makkachin, afuera todo estaba cubierto por la blanca nieve pero podía apreciarse un maravilloso sol que impregnaba un poco de cálidez todo lo que alcanzaba a tocar.
Un sonoro suspiro brotó de sus labios al recordar la noche anterior. Seguía asombrado de como el destino le había traído nuevamente hacia aquel chico quien le había despertado la necesidad de cambiar de don.
-Vaya joven, si no le conociera, diría que está enamorado- se escuchó a Olga decir. La señora traía un juego de manteles en mano junto a una vasija de flores nuevas.
El mencionado hizo una pose dramática –me conoce bien Olga, esto que me aflige no es amor, es una consternación- se llevó el dorso de la mano hacia la frente, enredándose entre su flequillo platinado.
Olga cambió el mantel mientras observaba a su amo actuar como prima donna -¿Qué le consterna? Si se puede saber.
-¡El destino, Olga!- respondió, haciendo otra pose dramática, a su lado, Makkachin jadeaba y movía la cabeza en señal de aprobación a lo que su amo decía –anoche cuando salí a dar una vuelta al lago, me encontré con una aparición, una muy hermosa. Debió haberlo visto, sus pies danzaban por todo el lago, era como ver un ángel en medio de la penumbra y...
La señora escuchó el monologo de su amo, interesándose de inmediato por la conclusión de este. Se acercó al joven que ahora abrazaba a su perro como su fuese una noble doncella y lo miró expectante -¿y...?- insistió.
-¡Y huyó nada más me vio!- exclamó sorprendido y casi ofendido, espantando a los dos presentes en el proceso –pero esos ojos- interrumpió, retomando la curiosidad previa de los presentes mientras la luz pre invernal invadía su faz -cuando nuestras miradas se cruzaron, supe que era el patinador real, mi predecesor.
-¿El hijo de los dueños de la posada Yutopía?- preguntó escéptica la señora. Recordaba los días de gloria de aquel chico y sobre todo, sus presentaciones llenas de magia –debe estar en un error mi amo, ese chico ya no patina desde que perdió la vista- insistió.
Víctor hizo a un lado la negatividad de la señora –lo vi con mis propios ojos- dijo convencido a lo que Olga no tuvo más remedio que aceptar los desvaríos de su amo.
-Yuuri ya no patina a menos que alguien de su familia lo supervise de cerca- explicó la señora mientras empezaba a arreglar las flores que acababa de cambiar –cada invierno lo llevan al lago del pueblo, seguramente hoy lo llevarán. Vaya y compruebe con sus propios ojos lo que digo y no se sienta decepcionado si no lo ve más que deslizarse torpemente- advirtió mientras dirigía una mirada compasiva a su dramático amo.
Aquella tarde, en cuanto el sol bajo un poco y el frio empezó a hacerse presente, Víctor se enfundó en un grueso abrigo y botas, y salió trotando en su caballo hacia el centro del pueblo, cerca del palacio real. En el camino saludó a uno que otro fanático quienes preguntaban cuando sería su próxima presentación y a lo que el respondía cortésmente "cuando el rey lo solicite".
Patinar en el pueblo era un entretenimiento que solo pocos podían darse, Víctor lo entendía con solo ver sobre el lago congelado a unas veinte personas que daban vueltas en círculo como buscando desestrezarse de la vida diaria. Recorrió el lago con sus patines mientras buscaba al joven de la noche anterior. Patinó por unos veinte minutos y cuando empezaba a pensar que el no llegaría, lo vio, iba acompañado de un moreno quien lo sostenía del brazo.
Yuuri movía el bastón hábilmente de derecha a izquierda mientras hablaba con su acompañante, parecían muy cercanos. Desde el lago, Víctor zigzagueaba, esperando el momento en el que el chico tocara el hielo e hiciera su magia, una sonrisa llena de ansiedad le acompañó en cada momento sin apartar la mirada de aquel chico.
Finalmente, cuando este puso un pie en el lago, lo vio, así como había dicho su ama de llaves, el chico era guiado por su acompañante, dando tropezones, sonriendo tímidamente a las personas que golpeaba, pidiendo ir más despacio porque aún se estaba acostumbrando a la superficie del lugar. Inevitablemente esa sonrisa que le acompañaba se desvaneció, ese no era el ente de la noche anterior, era la persona pero no la esencia. Salió del lago y se sentó sobre el dique que rodeaba la ahora pista de hielo, necesitaba asimilar todo lo que había ocurrido.
Lo observó un rato más y como poco a poco adquiría confianza pero no con la suficiente con la que le vio anteriormente. Su acompañante parecía reprimirlo, seguramente alguien con el don de la palabra a juzgar por cómo le hablaba, e inevitablemente se sintió molesto al suponer que por no medir el poder de estas, el patinador se acomplejaba y no brillaba. Frunció el ceño e ideó una excusa para poder probar el potencial del chico lejos de aquel acompañante.
Haciendo gala de su encanto natural y un par de monedas, convenció a un niño para que alejara al moreno de Yuuri y se sentó a observar, era ahora o nunca –vamos, brilla- pidió.
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Don y Maldición
FanfictionEn un mundo donde los dones existen, Victor Nikiforov quien tiene la maldición de alejar a las personas que ama y Yuuri Katsuki quien tiene la maldición de no ver mas allá de lo que su amor le permite, se conocen y forjan una amistad que poco a poco...