Capitulo 14

16 4 0
                                    


Una hermosa velada se estaba llevando a cabo en la posada Yutopía. Víctor, el invitado de honor se encontraba sentado junto a Yuuri, su reciente mejor amigo, fuente de inspiración y alegría. La cena transcurría de forma apacible donde los regaños de la señora Hiroko hacia sus hijos eran comunes y la preocupación de Phichit hacia Yuuri respecto a los objetos afilados era normal.

Víctor veía aquellas escenas ya de forma normal, seguían molestándole como era tratado el ex patinador real pero era consciente que mientras este no dijera algo, eso no cesaría. Mientras masticaba la comida, el recuerdo de la charla que tuvo días atrás con el peli negro, salieron a flote, en ella, el expresaba su deseo de independencia.

-Madre, padre, hermano- dijo Yuuri, interrumpiendo los pensamientos del peli plateado y de paso, la tranquila cena familiar –quisiera decir algo- agregó, su voz se escuchaba quebrada y sus manos sostenían con fuerza la servilleta que estaba apresada en estas.

La familia miró al ex patinador real, que este se animara a decir algo era raro, así que enfocaron su atención hacia él. Víctor, imaginando lo que este diría, posó su mano sobre la rodilla del menor, apretándola en señal de estarlo apoyando y este al darse cuenta, se relajó un poco.

-Me gustaría me permitieran tener más independencia- anunció, y todos los presentes contuvieron la respiración ante tan alocada petición. Yuuri no bajó la mirada ni tampoco soltó el agarre de la servilleta –estoy muy agradecido por los cuidados que tienen hacia mí pero es doloroso. No estoy completamente ciego, puedo ser independiente, no me lastimaré con los objetos filosos, no me caeré si me dejan caminar por mi cuenta, no me atoraré con pedazos grandes de carne, no me perderé en el pueblo. Sé que todo lo hacen por mí bien pero su amor me daña y me marchita, y si no hubiese sido por Víctor, creo que hubiese enloquecido.

Hubo un prolongado silencio, parecía que procesaban la petición del azabache. El padre de Yuuri, el señor Toshiya abrió la boca pero nada salió de esta, lo mismo para la señora Hiroko quien pareció comprender el punto de vista de su hijo, en cambio, Phichit, él miró molesto a Víctor culpándolo de la irracional petición de su hermano.

-¿Acaso tú le has metido esas ideas de independencia?- levantó la voz, asustando a los presentes -¿Qué quieres de Yuuri? ¡Está ciego por culpa de una maldición y encima lo quieres manipular para sabrá que fines!

-¡Phichit!- exclamó el ex patinador real, se escuchaba molesto ante la descortesía de su hermano mayor –Víctor no ha hecho nada, solo me dio la confianza que ustedes se niegan a darme, y si lo vas a culpar de algo, cúlpalo de quererme hacer desear más confianza, mas independencia.

Los ojos color aceituna del mayor bailaron en las cuencas de este, desplazándose entre su hermano, el invitado y sus padres quienes parecían estar de acuerdo con lo que Yuuri decía.

-Phichit, yo también quiero lo mejor para Yuuri, tanto como tú. Dale una oportunidad- pidió Víctor, clavándose en los verdes ojos de su anfitrión, dejando ver a través de estos la sincera petición.

Estando consciente del poder de sus palabras, Phichit se mordió la lengua, suficiente había dicho ya –está bien- dijo derrotado, suplicando en sus adentros que él estuviera equivocado y que su hermano volviera a ser esa persona tan viva y divertida que solía ser años atrás.

Yuuri sonrió de felicidad ante la aceptación de su familia, un par de lágrimas se escaparon de sus ojos e internamente se prometió esforzarse para demostrarles que ese otro tipo de amor que su familia le profesaba, era bien aceptado. A su lado, Víctor apretaba de forma cariñosa su hombro, regalándole unas palmaditas y una sonrisa llena de cálidez.

Aquella noche, todos celebraron con vino, la mejor reserva que Olga había enviado y prometieron que todo sería diferente. Brindaron dos, incluso tres veces hasta que la botella se terminó y la noche invadió por completo el pueblo.

-¿Seguro que tienes que irte?- preguntó Yuuri mientras veía a Víctor ajustar las riendas del caballo, estaba empezando a nevar.

-Sí, olvidé que mañana tengo audiencia con el rey y vendrá un carruaje a buscarme- explicó. Sus ojos se posaron en la figura baja y frágil de Katsuki quien demostraba estar triste ante la noticia. Sonrió de forma cálida y tomó entre sus manos las mejillas ajenas, obligándolo a mirarle a los ojos –prometo que en cuanto regrese de la audiencia, vendré a verte si eso te hace feliz- dijo con su voz suave y profunda.

Las mejillas de Katsuki ardieron por culpa del calor ajeno, el frio y su propia timidez. No dijo nada, solo asintió y se separó de su invitado quien nuevamente lo apresó, ahora entre sus brazos, transmitiéndole su calidez a través de su cuerpo –buen viaje- atinó a decir entre susurros, sus ojos permanecieron perdidos entre los grises de la ropa ajena.

Víctor le regaló una última sonrisa antes de partir y Yuuri por un momento sintió haber visto una alucinación, seguramente producto de su nerviosismo. Un atisbo de azul verdoso se vio en las pupilas de su salvador y por inercia parpadeó tantas veces que cuando se dio cuenta, el otro ya iba metros adelante.

Quizá, poco a poco, su maldición se estaba empezando a romper.

Don y MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora