Capitulo 7

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Como cada tarde de invierno, luego que perdiera la vista, Yuuri salió junto a Phichit al lago del pueblo, era una costumbre que no se quitaba a pesar de ya no poder patinar como antes. Su hermano siempre diciéndole "cuidado", "ve bien por donde pisas", "aférrate a mí, no vayas a caerte" entre otras frases, agregaban tensión a su andar. El poder de las palabras que éste tenía era fuerte pero no podía decírselo directamente por lo que mejor callaba y se dejaba guiar a pesar de que ya sabía de memoria el camino.

El frio viento que rondaba el lago los recibió. Pudo escuchar las cuchillas ajenas desplazarse y rápido se sentó para ponerse los patines –yo puedo solo- le dijo a Phichit antes que este hablara y lo terminara inutilizando.

Su hermano fue el primero en meterse, llamándolo enseguida. Dejó el bastón junto a sus pertenencias y pisó el hielo, siendo tomado del brazo por su hermano mayor quien lo empezó a arrastrar por todos lados –agárrate fuerte, la superficie está muy irregular- le escuchó decir antes que pudiera comprobarlo.

Se tropezó un par de veces y ni que decir de las ocasiones en las que se chocó con otro patinador o patinadora –discúlpelo, no puede ver- se escuchaba a Phichit decir mientras Yuuri apretaba los puños, lo hacía sentir un inútil. Él podía ver, no demasiado pero lo suficiente para reaccionar cuando estuviese a punto de chocarse con alguien.

Rodearon la pista un par de veces, familiarizándose con las irregularidades que esta poseía mientras Yuuri regalaba miradas suplicantes a su hermano –déjame patinar solo, no me pasará nada- pedía una que otra vez a lo que el moreno solo negaba con la cabeza. Era frustrante, su don se estaba malgastando.

Y entre lamentaciones y suplicas, un niño les interrumpió. Se colgó del brazo de Phichit y le pidió que lo ayudase a buscar a sus padres, que estaba perdido. Yuuri vio aquello como una oportunidad y junto al niño, empezó a insistir –está perdido, ayúdalo hermano- dijo con sus ojos de cachorro triste –yo estaré bien, te esperare en el dique donde están nuestras cosas- mintió.

Sin más remedio, Phichit aceptó y se alejó de su hermano, yéndose con el niño –regresaré pronto- dijo en un intento de calmar la ansiedad que el otro pudiera desarrollar en su ausencia.

Una vez solo, Yuuri retomó su andar, se sentía como un ave a quien acababan de sacar de su jaula y estirando los brazos, imitó las alas de esta. Un desliz corto seguido de uno más largo, estaba volando. Cerró sus ojos, el viento frio lo golpeaba de forma reconfortante mientras tras de sí dejaba figuras de plumas y sonidos del ave que ahora era libre y surcaba por los cielos. Levantó un poco la pierna, tanteando su equilibrio y rio divertido, no le importaba si se caía.

Imitó con sus cuchillas el piqueteo del ave y movió sus manos de un lado al otro, imitando el acicalamiento. No podía ver la gente a su alrededor pero estaba seguro que ya habían visto el rastro que dejaba tras de sí. La confianza regresó a él, la misma que la noche anterior lo incitó a dar aquel brinco y sin pensarlo, hizo un pequeño salto que clavó con algo de dificultad. Se sintió nuevamente seguro, capaz. Dio un par de brincos más hasta que se animó a realizar uno más complejo. Se deslizó con fuerza sobre el lago y tomó impulso, haría un giro con tres rotaciones.

-¡Cuidado Yuuri, te caerás!- se escuchó a lo lejos la voz aterrada de Phichit.

Los pies de patinador no respondieron y por inercia se cubrió la cabeza con los brazos, esa caída dolería. Cerró sus ojos del miedo y una sensación de calidez suplantó a la del dolor.

-Te atrapé a tiempo- dijo una voz ajena que no supo reconocer, el timbre era particular, algo ronco y profundo -¿estás bien?

Yuuri abrió los ojos y quitó los brazos de su cabeza, encontrándose nuevamente con la imagen de la noche anterior. Dio un grito del susto, seguramente el sujeto lo siguió para cobrarle o encarcelarlo por haber invadido propiedad privada. Temeroso, intentó ponerse de pie mientras escuchaba a lo lejos las cuchillas de su hermano acercarse –s-si- contestó de forma tensa.

Phichit arrancó a Yuuri de los brazos de Víctor mientras le regañaba por el acto tan imprudente que había cometido -¿Qué hubiéramos hecho si te hacías daño?- dijo mientras revisaba que este no tuviera algún rasguño –se consciente Yuuri, no puedes ver y no tienes por qué esforzarte.

Incomodo por la reacción del moreno, Víctor centró su vista en el patinador quien se veía frustrado y culpable –oye, tienes el don de las palabras, ¿verdad?- interrumpió.

-Sí, ¿y eso qué?- respondió algo grosero el moreno, no estaba de humor para darle buena cara a los desconocidos, no cuando veía como su hermano casi se mataba.

-Sugiero que tengas cuidado con lo que dices, tu don afecta a las personas por si no sabías- explicó el de cabellos platinados mientras veía como ese par brincaba ante la realización de la situación.

Phichit suspiró, sacando la tensión que tenía en su interior y luego acarició la cabeza de Yuuri –él tiene razón- dijo para luego centrar la atención en el salvador de su hermano –soy Phichit y él es mi hermano Yuuri- se presentó, extendiendo su mano.

Víctor estrecho la mano de Phichit –Soy Víctor, es un placer conocerles- sonrió.

Don y MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora