Capitulo 9

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Phichit, Yuuri y Víctor se encontraban sentados a mitad de la habitación, los primeros dos en sus respectivas camas, el tercero en una silla. Llevaban diez minutos en completo silencio, lo único en común parecía ser el patinaje.

Víctor inspeccionó con la mirada aquel cálido lugar, había tres camas, una mesa llena de hojas entintadas y un gran librero con trofeos de concursos locales, seguramente varios de ellos pertenecían a Yuuri.

-¿Y qué edad tienes Víctor?- finalmente el mayor de los hermanos decidió romper el hielo –es difícil calcular tu edad con semejante color de cabello que tienes ¿sabías que ese tono es anormal?- dijo mientras señalaba las hebras platinadas –únicamente el rey posee ese tono, es algo así como su línea de sangre- dijo pensativo.

El oji azul se encogió de hombros, siempre pensó que su cabello era llamativo pero no imaginó que fuese raro, no obstante, hizo a un lado esa línea de pensamiento que estaba marcando el moreno y solo se limitó a contestar la pregunta inicial –tengo veinticinco años, ¿y ustedes?

-Tenemos casi la misma edad, tengo veinticuatro- dijo asombrado el moreno y luego centró su atención en su hermano quien parecía no saber hacia dónde mirar –y Yuuri tiene veintiuno pero en un par de semanas cumplirá los veintidós- explicó para luego cambiar rápidamente de tema -¿a qué te dedicas? Nosotros como veras, atendemos esta posada.

-Bueno, en las temporadas de primavera y verano me dedico a cultivar hortalizas y frutas. Tengo una pequeña finca con un apacible lago que en invierno se congela y es maravilloso para patinar- empezó a explicar mientras a su mente venían las imágenes de él labrando la tierra junto con sus trabajadores –y en la temporada invernal soy el patinador real.

El bastón que tenía Yuuri en la mano se cayó estrepitosamente al escuchar lo dijo Víctor, estaba ante la persona que lo había sustituido, esa quien el pueblo reconocía como talentoso. Apenado con la interrupción, se agachó para tomar el bastón pero el peli plateado se le adelantó, entrando en su rango visual. Lo miró fijo un par de segundos, esos ojos monocromáticos eran hermosos, seguramente en la pista parecía una deidad –gracias- atinó a decir mientras tomaba su bastón de las manos ajenas.

Nikiforov se sintió extraño por la fluidez con la que se movía Yuuri –Phichit, ¿Yuuri puede ver?- preguntó, sabiendo que no era así, incluso Olga le recalcó que aquel muchacho ya no podía ver.

El moreno pareció pensarse la pregunta para luego reír sorprendido, pocas personas se daban cuenta de aquello, el patinador real fue una de las pocas en notarlo –Si y no- contestó mientras se acercaba a su hermano y colocaba un libro a su derecha para posteriormente pedirle que estirara el brazo y luego colocarse un par de centímetros distanciado de este –Yuuri, dinos que hay a tu derecha.

No entendiendo la mecánica que su hermano elaboró ante la pregunta del patinador real, decidió seguir la corriente –un libro- contestó sin bajar el brazo que seguía suspendido en el aire.

Víctor se sorprendió, definitivamente eso no era una coincidencia y otra duda surgió ¿Por qué fingía estar ciego? Se mordió el labio inferior y sin decir más, siguió viendo la dinámica del moreno.

-Ahora Yuuri, dime quien está parado frente a ti- pidió.

Yuuri entrecerró sus ojos, como si quisiera enfocarlos -¿Víctor?- dijo dudoso.

Phichit rio divertido –no, soy yo. Víctor está parado a tu izquierda- dijo divertido.

Los ojos vivaces del chico se enfocaron hacia donde Phichit había dicho que estaba el mencionado pero era como tratar de ver a través de la neblina. Una sonrisa un tanto decepcionada se reflejó en su rostro al no poderlo ver.

-Mi hermano no puede ver más allá de la distancia de sus brazos- empezó a hablar Phichit –y tampoco puede distinguir colores. El pueblo dio por sentado que quedó ciego, pero no y tampoco es una ceguera permanente, fue causa de una maldición que seguramente con el tiempo desaparecerá.

Los ojos azules del patinador real se posaron en el azabache -¿y cuántos años lleva así?- la curiosidad lo invadió y más porque recordó la conversación que tuvo con el hada del Norte cuando fue a cambiar su don.

-Siete años.

La realización pegó de lleno para el peli plateado mientras un sudor frio se hacía presente, Yuuri era la persona a la que el hada del Norte había modificado su don, don que de forma indirecta, parte de el ahora él poseía. Un punzón de culpabilidad lo invadió –lo siento- dijo triste y antes que los hermanos pudieran responder, la voz de la madre de ambos se hizo escuchar, los llamaban a cenar.

Don y MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora