Capitulo 15

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Víctor miraba con melancolía hacia el pueblo, con este llevaba tres días en el palacio del rey, su padre biológico. Inicialmente solo iba por una audiencia de un par de horas y regresaría al anochecer pero su madre al verlo, le pidió se quedase otro día. Sus padres, orgullosos de serlo, no escatimaban en abrazarlo pese a ser un adulto.

La noche anterior su madre le había pedido se quedara a vivir con ellos en el castillo, su padre necesitaba un heredero y Víctor era el único que podía ocupar ese lugar pero él se negó, no por la maldición que venía junto a su don, sino porque eso significaba dejar de ver a Yuuri y sinceramente, estaba muy encariñado con ese azabache de piel lechosa.

-Hay alguien que espera mi regreso- dijo a su madre momento después de haber anunciado su partida y esta lo miró con consternación.

-¿Acaso se trata de una doncella?- preguntó interesada, sus ojos, los mismos que los de su hijo, tintineaban ante la idea de conocerla –puedo pedirle a tu padre que la mande a llamar, así no la extrañaras y ambos pueden quedarse aquí- dijo entusiasmada mientras imaginaba que clase de dama robo el corazón de su primogénito.

-Madre, no es una doncella la que espera mi regreso, sino un buen amigo- corrigió y aunque le hubiese insistido en la propuesta de mandarlo a buscar al pueblo, se mordió la lengua, no quería sumar más problemas a la tambaleante vida de aquel ex patinador.

La reina hizo un puchero, pese a rondar los cincuenta, su rostro era como el de una muñeca, cualidad que su hijo también heredo -¿algún día podremos hacer oficial el hecho que eres nuestro hijo?- preguntó, desviando el tema inicial.

Víctor pareció pensar la pregunta mientras recordaba su maldición personal y el esfuerzo de hacerse de una reputación alejada del rey –quizá cuando decida asentarme, madre- respondió, sabiendo que posiblemente ese día nunca llegaría.

El paje real llegó, anunciando que el carruaje estaba listo. Junto a este venia un hombre fornido y moreno cuyo semblante le pareció familiar –el rey pidió que él le escoltase hasta su destino- explicó el paje mientras el hombre, ataviado en un traje de caballero de alto rango extendía su mano.

-Takeshi Katsuki- dijo, más luego se corrigió con un poco de vergüenza –perdón, Takeshi Nishigori. Acabo de adoptar el apellido de la familia de mi consorte- explicó, pareciendo aun no adaptarse al hecho.

Los ojos de Víctor se ensancharon ante la mención del apellido y lo atribuyó todo a una simple coincidencia. Estrechó la mano del caballero y se dejó guiar fuera del castillo, no sin antes besar las mejillas de su madre y abrazar a su padre.

En el lago del pueblo, Yuuri patinaba con gran tristeza. Llevaba tres días sin saber algo de Víctor, días que lo estuvo esperando con impaciencia, dirigiendo su mirada hacia la puerta cada dos minutos, sonriendo como tonto ante cada visitante que llegaba. Y Phichit, como buen hermano mayor, al tercer día decidió arrastrarlo al lago del pueblo para que se olvidara un rato del patinador real. Ahora, ambos jóvenes patinaban, uno de ellos con gran pesar puesto que extrañaba a su libertador.

Y mientras realizaban tal acción, se escuchó el sonido de un carruaje y el golpeteo de los casquillos de los caballos al tocar el empedrado. Repentinamente el sonido ceso, siendo reemplazado por los gritos animados de alguien que aquellos dos conocían bien.

Yuuri volteó en dirección de donde venía el llamado y antes que pudiera siquiera deslizarse hacia la fuente de estos, fue apresado por dos brazos que le rodeaban de la misma forma posesiva y cariñosa que hacía tres noches atrás. El culpable se escudó en el hueco de su cuello y sintió el aliento ajeno acariciarlo.

-¿V-Víctor?- preguntó algo atónito, aun no se reponía del asombro. Estaba feliz de volverlo a tener cerca.

-Prometí irte a ver en cuanto regresara- explicó, su voz era cariñosa, suave y envolvente.

Metros atrás, Phichit miraba asombrado la confianza mutua que esos dos desprendían. Su hermano nunca fue alguien cariñoso y ahora, lo veía regresar el abrazo y no apartar a aquel hombre que de un día para el otro, había puesto de cabeza el mundo de los Katsuki.

-Con que de él se trataba- se escuchó una voz ajena pero que Phichit supo reconocer –quien diría que mi hermanito es amigo del patinador real- dijo con orgullo mientras veía junto al de ojos oliva el extraño recibimiento del cuarto hermano.

-Y uno muy cercano- agregó el tercer hermano sin apartar la mirada del espectáculo –regresemos a casa, esos dos pueden arreglárselas solos- dijo mientras empujaba a Takeshi fuera del lago, dándole así oportunidad a Yuuri de recuperar con Víctor el tiempo perdido.

Don y MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora