Ana observaba con dolor a Luisa bailar con Emilia, ella se había ido hacía cuatro años, no debía de lamentar ahora que Luisa siguiera con su vida, pero le dolía. Siempre pensó que si algún día regresaba, ambas volverían a estar juntas como un evento inevitable de la vida, pero no contó con que el tiempo pasa y la distancia hace que lo que antes era certeza, se desvanezca en incertidumbre.
—Fue una buena charla —comentó Juan, acercándose a Ana con un vaso de refresco para ella, la noche era calurosa y las llamas de las farolas junto con la multitud hacían que el efecto del calor fuera más fuerte.
—Me alegra que Doña Alma haya aceptado tus visitas con los materiales, creo que todos podemos salir beneficiados de esto —concordó Ana, alegrándose genuinamente por su familia —. ¿Regresará a su casa mañana, señor Juan? —preguntó, tomando de su bebida y evitando sus propios instintos de seguir observando a Luisa y Emilia.
—Me temo que sí, ante la muerte de mi hermano mayor, la responsabilidad del resto de mi familia y la finca recae en mí —respondió Juan en un tono dolido, acomodando casualmente con la mano su cabello en un gesto que buscaba restarle importancia a su confesión.
—Lamento lo de su hermano —dijo Ana de inmediato —. Parece muy dolido, ¿fue recientemente?
—Se cumplieron dos meses ayer —contestó él, afirmando con la cabeza.
—Lo siento, debió ser muy sorpresivo —intentó consolarlo Ana.
—Está bien, tengo la esperanza de que algún día se haga justicia y ... —sus palabas murieron en su boca, su mirada fija en la imagen de aquella joven que bailaba alegremente de la mano de otra muchacha más alta y musculosa.
Tardó varios segundos en reconocerla, se veía absolutamente diferente, estaba radiante, vestida de forma bonita y riendo, sus mejillas sonrojadas por el movimiento constante del baile, su alborotado cabello cayendo brillante alrededor de su rostro, largo hasta casi sus caderas. Parecía otra mujer, pero Juan la había reconocido. ¿Cómo podía no reconocerla?
—¿Quién es la chica que baila allá con la otra muchacha más musculosa? —preguntó, su voz apenas un murmullo tenso.
—Oh, es una muchacha nueva, por lo que me contaron en el pueblo, llegó hace dos meses, pero me temo que no está interesada en salir con nadie —explicó Ana, malentendiendo el motivo de la fijación de Juan.
—¿Puedo al menos saber su nombre? —insistió él, necesitando algo más que solo fechas coincidentes y la guía de sus ojos.
—Emilia, aunque ahora que lo pienso, creo que nadie sabe su apellido —respondió Ana, un tono dubitativo momentáneo tomando su voz.
—Tengo que salir de aquí —afirmó Juan, dándole la espalda a la muchedumbre y alejándose por uno de los callejones.
Su respiración se aceleraba hasta un punto de no dejarlo respirar, su cabeza martilleaba como si alguien quisiera abrírsela, intentaba en vano controlar los temblores de su cuerpo. Los recuerdos llegando a su mente en cientos de formas. La niña de quince años que su hermano muy felizmente trajo a casa, después de haber pasado obsesionado con ella durante más de seis meses e insistiéndole a su padrastro para que cerrara el matrimonio, la misma que esa primera noche había gritado hasta que sus pulmones se quedaron sin aire mientras la cama crujía, algo que Juan no había podido evitar escuchar, pues en ese entonces Carlos todavía vivía con él y sus padres en la casa principal. Carlos había afirmado a la mañana siguiente que la muchacha era una dramática con gustos raros por el dolor.
Esa chica que cocinaba para ellos, que cuidaba sus animales, que hacía las compras de la casa. La misma a la que su madre siempre regañaba, aludiendo que era una inútil y que no sabía cuidar de su hijo, a la que su padre ocasionalmente miraba de más, hasta el día en que le tocó por detrás en la cocina, sin percatarse de que Juan y Carlos venían entrando. Juan recordaba su hermano dándole una paliza a su padre, remarcando que nadie podía tocar lo que era suyo, Carlos nunca le había alzado la voz siquiera a su padre, hasta que esa mocosa había llegado. Dos días después ambos se habían mudado.

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Tus sentimientos en mí.
FanfictionTres años después de los acontecimientos de la película, a Encanto llega Emilia, quien ha huido de su pueblo después de quemar su casa con el cuerpo de su marido dentro, a quien mat0 en defensa propia por sus constantes abusos. Luisa se convierte en...