Luisa llevaba tres días intentando hablar con Emilia, tres días en los que la chica la había evitado de la forma más activa posible. Al inicio había sido simplemente un buenos días dicho de forma general, no mirando a Luisa en ningún momento, después había hablado ella con los trabajadores de Luisa, quienes hablaron con la chica Madrigal para repartirse respecto al trabajo en la casa de Emilia y la de los Méndez, quitándole a Luisa la opción de explicarle a los señores Méndez de su error cuando prometió encargarse de su vivienda de forma inmediata. Intentó ir a verla a la casita, pero el trabajo de reconstrucción le había absorbido el tiempo.
Pensó que al empezar las modificaciones en la iglesia tendría mejor suerte, pues Emilia todavía dedicaba tiempo de las tardes noches a pintar la parte faltante de los diseños de Dolores, pero resultó que allí habían muchas personas y nunca estaban solas, por lo que a Emilia le resultaba más fácil evitarla. Creyó que podría interceptarla en casa, Dolores acordando apartar a la familia o avisar si alguno se acercaba, pero Emilia justificó que la boda se acercaba y la pintura tenía que tener tiempo de secarse sino querían casarse en una iglesia con olor a pintura fresca para pasar las noches pintando hasta tarde y amanecer los días antes de que el sol saliera para lo mismo.
Isabela había protestado al inicio sobre que ella no pretendía llevar ese ritmo temerario de trabajo, pero Emilia dejó en claro pronto que lo único que ella tenía que hacer era pasar una vez al día para reajustar las lianas y asegurarse que estuvieran fuertes para resistir el peso de Emilia, que no la necesitaba todo el tiempo, así que nadie tuvo nada que objetar. Su hermana mayor, por supuesto, no había tardado en notar la distancia obvia entre las dos mujeres, pero Isabela no era dada a meterse en asuntos de otros, así que lo ignoró, esperando que Luisa la buscara si fuera algo muy serio.
Al final, había pensado que tendría la oportunidad perfecta en un momento del horario de almuerzo cuando regresaba de las reparaciones de la vivienda de los Méndez y se dirigía a la iglesia, porque se había tropezado con su madre que cargaba los almuerzos para ella, Mirabel, Isabela y Emilia; por lo que Luisa se ofreció muy entusiastamente para entregarlos, dispuesta a desviarse hasta el taller de Mirabel y la floristería si eso significaba que tenía una oportunidad de hablar con Emilia. Julieta le sonrió a su generosa y preocupada hija y le cedió las canastas, viéndola correr más feliz de lo que la había visto en los últimos tres días.
Luisa llegó a la floristería primero, dejándole el almuerzo a Isabela mientras ella atendía a un cliente, aprovechando eso para no tener que entablar conversación. Mirabel se suponía que fuera más difícil, pero cuando su hermanita la vio con ese brillo en el rostro que Luisa había perdido desde el domingo, decidió dejarla ir con rapidez, rezando para que lo que fuera que Luisa quería, saliera bien, recordando la plática nocturna que había tenido con su tío. Finalmente Luisa llegó a la iglesia, deteniéndose en sus puertas y observando silenciosa la figura de Emilia en lo alto, llegando casi al techo, trepada en unas lianas y ramas creadas por Isabela.
Se veía angelical desde la vista de Luisa, vestía un vestido azul claro con flores rosadas y moradas, su cabello recogido en una coleta alta sostenida por un pañuelo a juego con el vestido, del que colgaban hilachos morados. Usaba un delantal blanco estropeado en pintura, que Luisa reconoció como uno de los que Mirabel no había usado en años. Allí, inclinada sobre la pared a semejante altura, con la luz filtrándose por el vital de colores del techo, todo lo que Luisa podía pensar era que Emilia era preciosa. Dejó las canastas en uno de los bancos, acercándose sigilosamente, considerando su tamaño y peso, no queriendo entorpecer el trabajo de Emilia en lo mínimo.
El aire se estancó en su garganta ante el terror en un segundo, la imagen anteriormente etérea se había convertido con rapidez en la peor pesadilla de Luisa. La joven estaba regresando sobre la liana, observando la finalidad de su trabajo, los últimos detalles estaban concluidos finalmente, se sujetó a una de las enredaderas para descender por las ramas y cuerdas verdes, y entonces una de ellas se quebró ante su peso. La ingravidez envolvió su cuerpo un instante, hasta que empezó a caer a una velocidad vertiginosa, sin tiempo siquiera para sentir pánico, sus ojos fijos en el techo que se alejaba cada vez más, anunciando su cercanía al suelo.

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Tus sentimientos en mí.
FanficTres años después de los acontecimientos de la película, a Encanto llega Emilia, quien ha huido de su pueblo después de quemar su casa con el cuerpo de su marido dentro, a quien mat0 en defensa propia por sus constantes abusos. Luisa se convierte en...