Luisa caminaba lentamente, mirando desde lejos a Emilia sentada en los escalones de la casa que ella misma le había construido. Su tío Bruno había regresado poco después de que el aguacero se apaciguara, Luisa no tenía fuerzas para pelear con su familia, así que dejó que los demás se encargaran de todo, a fin de cuentas, ella ya no tenía por qué soportar nada de eso.
Emilia permaneció sentada en la escalera, mirando hacia el pasto mojado, incluso cuando Luisa se sentó a su lado, dejando que sus hombros se rozaran juntos, haciéndole saber que estaba allí.
—¿Sabías que yo moría en una de las visiones? —preguntó Emilia, haciendo que el aire se volviera espeso y difícil de respirar para Luisa.
—No dejaré que pase —aseguró Luisa, su voz saliendo como un gruñido ronco y adolorido.
—No es eso lo que pregunté —dijo Emilia suavemente, su vista manteniéndose lejos de Luisa.
—Sí, lo sabía —admitió la más alta, dejando que el silencio se extendiera entre ellas.
—Si eso llega a pasar, prométeme que seguirás adelante —pidió Emilia, alzando la mirada y dejando que Luisa se perdiera en la angustia reflejada en sus iridiscentes ojos.
—No va a pasar —negó Luisa, sintiendo las lágrimas llenar sus ojos y el calor recorrer sus mejillas.
—¿Cómo está tu abuela? —preguntó Emilia, negándose a continuar con una conversación sin sentido, no quería herir más a Luisa.
—Está débil, apenas llegará a mañana —respondió, suspirando con alivio cuando sintió a Emilia entrelazar sus manos.
—Lo lamento.
No dijeron nada por un largo tiempo, dejando que el olor a tierra mojada se filtrara por sus pulmones, que la humedad del ambiente las calara y viendo el cielo nublado cambiar a tonos más oscuros, la noche se acercaba.
Las luces del pueblo eran visibles desde allí, la vida nocturna de Encanto empezaba a despertar y todos estaban desesperados preparando todo para la ceremonia del día siguiente, habían cambios en los planes con la llegada de Pepe, pero nadie parecía querer preguntar nada, aunque Emilia sabía que los rumores ya debían de estar circulando, tenían demasiado miedo de hacer enojar a Dolores, algo comprensible.
—Vamos dentro, quiero ver si sigue igual que antes —dijo Emilia cuando el cielo finalmente se oscureció, tirando de Luisa al ponerse de pie.
Luisa fue quien abrió la puerta, lento, temerosa de encontrar demasiados cambios, o peor aún, no encontrar ninguno. La casa se mostraba ligeramente oscura, Luisa tuvo suerte de que Mirabel hubiese colocado velas en una mesa pequeña al lado de la entrada, permitiéndole iluminar rápidamente la casa, dejando a Emilia parada en la puerta, mirando todo.
No habían grandes cambios, ya no habían flores adornando el sitio como aquella única noche, ni el aroma floral que estas habían esparcido, la iluminación era más escasa y la casa se veía sin vida, pero estaba limpia y los muebles permanecían en el mismo lugar.
Emilia tomó la mano de Luisa, ambas caminando por la estancia, encontrando las decoraciones de la cocina que permanecían iguales, el camino que ya no tenía flores guiándola hacia la habitación, la cama perfectamente tendida y lisa. Habían cortinas con mariposas en cada ventana, obra de Mirabel, y el edredón era de flores, obviamente trabajo de Isabela, pero la esencia de Luisa se seguía percibiendo en la forma en que los objetos estaban acomodados, o la sencillez de la casa. Seguía siendo perfecta.
—Me pregunto qué cara habrán puesto cuando limpiaron la casa por primera vez y encontraron la cama revuelta —comentó Emilia, disfrutando del inocente rubor avergonzado de Luisa, quien tosió tontamente y se rascó la nuca, desviando la mirada.

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Tus sentimientos en mí.
FanfictionTres años después de los acontecimientos de la película, a Encanto llega Emilia, quien ha huido de su pueblo después de quemar su casa con el cuerpo de su marido dentro, a quien mat0 en defensa propia por sus constantes abusos. Luisa se convierte en...