Capítulo 7: Todos somos alguien cuando encontramos el bien

19 8 0
                                    

Los gemelos llegaron al ático del Instituto. Andrew se secaba las lágrimas aun

—¿Cuándo será el día en que madures?

—El drogadicto no soy yo, al menos —se defendió entre dientes

—¿Acaso quieres que te golpee? —se volteó a verlo con seriedad, una mirada intimidante que quebró a Andrew—. Porque que yo recuerde, el que estaba drogado hace unos días eras tú, no yo

—Pero no soy adicto como tú, imbécil —eso colmó la paciencia de Peter, quien golpeó a su hermano en la cara. Al caer al suelo Andrew chocó con unas cajas de cartón, rodándolas. Eso hizo a Peter ver algo entre la tenue luz reflejada por un pequeño tragaluz en la pared

—Andrew, ¿Qué es eso?

—¿Qué es qué? —Andrew volteó a ver lo que tenía atrás

Al ver lo que era selevantó asustado hacia su hermano, quien también estaba estupefacto. Era uncuerpo, un cadáver. Supieron que era reciente porque sus manos seguíancalientes, pero no pudieron distinguir su cara aplastada. La causa de muerteera obvia: le destruyeron el cráneo con un objeto, y por las marcas Peter dedujo que había sido un martillo.

La sangre de esta persona marcaba un charco de sangre a su pequeño alrededor. Era un hombre, porque traía pantalón y zapatos de hombre. No se distinguía sobre la camisa porque también estaba manchada de sangre, además de tener dos disparos de bala, uno en la parte baja del abdomen y la otra bajo el corazón.

Los gemelos no podían tener idea de quien se trataba, hasta que vieron lo que quedaba de su cabello negro puro. Claro, podía ser cualquiera, pero uno de ellos sospechó más cuando vio una tarjeta de presentación en el suelo

—Peter... —la voz de Andrew se quebraba, como si estuviera a punto de llorar otra vez

—¿Qué?

—Creo que sé quien es este hombre. Peter, yo... creo que es... es el Señor H

—¿Qué? Imposible, el no se dejaría matar así nomás

—Mira la tarjeta, Peter. Es totalmente blanca con una H en el centro y su número de teléfono debajo, escrito con número pequeños

—Mierda, no puede ser cierto. Cris Conner mató al Señor H

Había dejado de llover y la noche había caído totalmente. Cris se levantó de donde estaba y se dirigió al estacionamiento

—¿A dónde crees que vas? —preguntó Natalia

—A mi árbol sagrado —dijo al instante, seguro—. Es el árbol donde me hice amigo de Jim, a veces voy ahí. También fue aquí donde Bianca y yo... —se quedó pensando al aire y con la mirada perdida—. Solo ven, si quieres que te siga contando —se volteó y siguió caminando. Natalia de inmediato lo siguió

Al llegar al árbol se sentaron. El pasto estaba húmedo, las hojas del árbol no dejaron que se mojase mucho con la lluvia. El tronco del árbol sí estaba totalmente seco, y en el había una inscripción hecha con cuchillo

—Bueno, ya estamos aquí. Cuéntame, ¿Qué pasó en la fiesta?

—Que desesperada estás, Natalia, eres exasperante. Ni siquiera te tomas el tiempo de apreciar la belleza del momento. Tan solo mira eso: la lluvia acabó y hay charcos de agua en el estacionamiento, los árboles tienen minúsculas gotas en sus hojas, la tierra mojada hace lo suyo... y para completar, estás tratando de resolver un crimen. ¿Notas la belleza de este momento?

—Sí, Cris, pero no es mi trabajo ver la belleza en los momentos. Mi trabajo es resolver crímenes, así que, por favor, ayúdame

—Como quieras, aguafiestas. Al dejar a Bianca con su chófer vi que Mateo estaba parado en la puerta, pero al verme se alejó

Cris Conner [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora