Capítulo 15: 5 minutos

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La camioneta yacía volteada en la ladera de la montaña. La inclinación es de unos 90 grados. La gasolina goteaba sin cesar sobre los asientos, cosa que Cris veía con los ojos entreabiertos. No veía bien, seguía aturdido por la caída.

Se volteó hacia Valerio y le gritó, pero no reaccionó. Estaban suspendidos en los asientos, sostenidos únicamente por los cinturones de seguridad de los asientos.

El pelirrojo vio que del pecho de su amigo salía sangre, y cuando notó bien en la oscuridad contempló que se trataba de un trozo del parabrisas que se había introducido en el pecho del español mientras caían. Se dio cuanta también que sus manos estaban llenas de sangre, pero no sabía si era suya o de Valerio.

Luego de segundos sintió gotear su cabeza. Se tocó con su diestra y sintió entonces el trozo del parabrisas. Se resignó a morir, escuchó la voz de su madre llamándolo. Escuchó aquel ¡Boomer, ven a cenar!. Sabía que era una alucinación, pero quería ir de igual forma.

Alguien abrió la puerta de Valerio, le desabrochó el cinturón y lo sacó despacio. Al denotar el trozó del parabrisas en su pecho soltó una maldición al aire, luego llegarían otros con una camilla de emergencias para llevárselo

—Tiene algo en el pecho, muchachos —dijo el que lo sacó

—Su pulso es débil, lo trataremos en la ambulancia —dijo alguien tomándole el pulso en el cuello. Cris se sintió un poco aliviado, pensó que los llevarían a un hospital para tratarlos, pensó que no morirían ahí. Luego el hombre que sacó a Valerio se dirigió a la puerta de Cris, le desabrochó el cinturón y empezó a sacar su cuerpo. Al ver que tenía los ojos entreabiertos, respiraba a ritmo constante y balbuceaba supo que no estaba muerto

—¡Muchachos, este está consiente! ¡Denme un poco de morfina para dormirlo!

Entonces Cris lo supo, supo que no los habían ido a salvar. Esperó a que lo terminaran de sacar, y con sus pocas fuerzas logró ponerse de pie para correr. No le importaba caer por un barranco, posiblemente sería mejor que lo que esos sujetos le harían.

Corrió hacia dentro del bosque, desangrándose con cada paso que daba. Creyó que había llegado lejos, pero no era el caso. Sintió entonces la bala adentrarse en su peroné. No tardó más de tres segundos en caer al suelo.

Alguien se acercó a el, un hombre blanco de unos 60 años, de cabello rubio —aunque no se notaba mucho por sus canas —y vistiendo ropa térmica. Escuchaba gritar a Cris del dolor pero solo lo veía retorcerse tratando de sobar su herida. El pelirrojo no había notado al rubio canoso.

Cuando se divirtió suficiente, llamó a los paramédicos para que se lo llevaran.

Cris no era una persona que le prestara mucha atención a sus sueños. A su parecer eran tonterías que inventaba la mente para entretenerse en la noche, para distraerse de la triste realidad de la vida.

Cercano todo eso a su dogma de que los sueños no se hacen realidad en la vida real.

Pero este sueño, en particular, a Cris lo confundió y le hizo cuestionar su propia existencia.

El estaba flotando sin camisa sobre un espacio totalmente en oscuridad. No se sentía como agua, literalmente estaba flotando, viendo hacia el infinito vacío sobre su cuerpo.

Tocó su anatomía, se pellizcó para ver si estaba dormido, pero no despertó. No obstante, supo que lógicamente era un sueño, no podría ser otra cosa.

A unos metros frente a el se abrió una puerta corrediza, dejando entrar una gran cantidad de luz cegadora, tanta que Cris tuvo que taparse los ojos para no salir lastimado.

Cris Conner [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora