Capítulo 11: Cosas que pasan

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Natalia se desangraba en el suelo. Su sangre corría por el verde césped mojado por la lluvia en una noche tan fría que era un peligro estar afuera sin abrigo ya que te daría un resfriado.

Cris quitó el silenciador del revolver mientras caminaba y lo metió en su bolsillo trasero, y el revolver lo metió en el bolsillo interno de su chaqueta.

No traía auto y su celular había sido destruido. No tomó el de Natalia para no tocar el cuerpo. Sin muchas opciones, Cris cruzó el estacionamiento hasta la salida.

El camino estaba bien iluminado, claro, era una carretera de riquillos. Miró la hora en su reloj antes de empezar a caminar, eran las 7:30 de la noche exactas. No tenía intenciones de quedase cerca del cuerpo y arriesgarse a que lo descubrieran, y como la hora acordada con Valerio estaba a solo 5 minutos, decidió caminar hasta encontrárselo en el camino.

Al toparse con aquella camioneta blanca echó una sonrisa. La camioneta se detuvo frente a el y del asiento del conductor salió Valerio con un abrigo marrón

—¿Qué haces por aquí a esta hora, niño? Hay muchos locos en la carretera —sonreía

—Bueno, tenía planeado que me buscasen, pero no quería quedarme parado como un idiota —metió sus manos en los bolsillos de la chaqueta y levantó los hombros sonriente. Le alegraba por fin ver a Valerio—. ¿Nos vamos?

—Claro, nos están esperando —subieron a la camioneta—. ¿Ves? Todo salió bien. H está muerto y su organización desbaratada, y tú te quedarás con la chica. Y por supuesto, nos llevamos los millones —golpeó el hombro de Cris

—Debo decir que fue más fácil de lo que esperaba y murió menos gente de la que creí

—¿Quién diría que iba a ser tan fácil? Y todo se decidió ayer, que es lo gracioso

Cris se puso pensativo, pero sin borrar su sonrisa. Recordó el día anterior, pasó frente a sus ojos tan fugazmente que nunca hubiera podido verlo normalmente, pero como pasó en su mente, fue tan claro como un río sin cauce.

Caminaba atontado mentalmente por el pasillo, nunca creyó que vería algo así en su estancia en Boston Red. Rafael es el Señor H, y se acostaba con Torrance y con Mateo en sus distintas identidades, posiblemente por mero fetiche o trastorno.

Al llegar a la salida se encontró a Mateo revisando su teléfono en las escaleras. No apartaba su mirada del celular, estaba sumamente concentrado. Pero al sentir la presencia de Cris lo miró repentinamente, con un sentimiento que estaba entre la sorpresa de que lo atraparan en lo que sea que estaba haciendo y la sensación de felicidad de que finalmente Cris se apareció. Un chico raro en todo su esplendor.

Sin bajar el teléfono habló

—¿Dónde estabas? Te estuve esperando

—¿Dónde estabas tú? Faltaste a cultura y te estuve buscando para irnos

—Ah, sí, estaba haciendo otra cosa —apagó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo trasero—. Vámonos, ven. Mi auto está por allá —apuntó con la boca

Iban en el auto a gran velocidad por el camino. Mateo iba sonriente, soltando temas de conversación al azar. Que si el clima, regalos de navidad, política, cualquier estupidez para matar el tiempo. Cris solo asentía con la cabeza o decía unas palabras, nunca tomó ninguna conversación en serio. Así se fue todo el camino.

Al estar en el restaurante pidieron cordero asado con arroz. Según Mateo era su plato favorito. Por ser menor de edad a Mateo no le vendieron vino, por lo que Cris lo compró y le compartió

—Bueno, ¿Qué quieres saber? —preguntó Mateo después de tragar

—¿Qué? —su boca quedó entreabierta con los ojos levemente achinados por la confusión

Cris Conner [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora