35.♤

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*Latido*

Camino con tanta dificultad por el camino de entrada a mi casa. Siento la garganta seca, mis pies a duras penas pueden moverse y mis manos, que van pegadas a mi abdomen, no dejan de temblar.

El dolor que siento en mi pecho es insoportable, tanto que me he tenido que detener varias veces en el camino para sujetarme de cualquier pared de los edificios por los que pasaba o de algún poste.

Quería venir en mi auto, pero entre Louis y otro sujeto me lo impidieron. Sin importar el instante de arrepentimiento que tuvo en el baño sótano, continuó haciendo el trabajo sucio de las ratas que trabajan para Hope.

No sé con qué cara podré ver a Valeria después de haber tenido a esa mujer encima mío, gimiendo y gritando de placer. Me perturba cuanto disfruta ella el abuso, sin importarle lo asqueado y poco dispuesto que estoy.

Abro la puerta con dificultad y avanzo hacia el ascensor. Ya veo venir las preguntas cuando me vea llegar, pero ahora no puedo responder a nada, ahora solo necesito un analgésico que calme este dolor.

Me sostengo de la pared cuando un escalofrío recorre mi columna vertebral. No sé en que momento de mi vida me volví débil, tampoco porque me he dejado abusar tantas veces, pero sí sé en qué momento decidí que era inútil defenderme.

Aunque ella es mujer y es más débil que yo, tenía a muchas personas resguardandola y si me atrevía a decir que era abusado por ella, nadie me iba a creer. Nadie jamás le creería a un hombre.

Dejo salir el aire cuando las puertas del ascensor se abren. En este momento debe estar dormida o quizá se viene levantando para alistarse e ir a trabajar, no lo sé con seguridad, pero espero no toparme con ella.

Mientras salgo del ascensor y comienzo a avanzar hacia mi despacho, escucho voces que provienen de la sala. Quiero acercarme para averiguar quiénes son, ya que son varias voces, pero nada podría hacer en este estado.

Continuo caminando hacia mi despacho y es entonces cuando veo salir a Julieta, Samuel y Valeria de la sala. Sus rostros tienen pintada la preocupación y la rabia, pero más que todo el miedo.

Maldita sea, deseaba con todas mis fuerzas no ver a nadie ahora y ellos aparecen como caravana a recibirme. Mi mirada baila por los tres dos veces y después termina fija en algún punto de la pared.

-No hacía falta un recibimiento...-digo a media voz. Acuesto mi espalda a la pared para hacerme ver como borracho y no como un ex-drogado.
-¿En dónde estabas?...-pregunta Valeria con voz firme. No puedo responderle que estaba drogado en un sótano.
-Solo estaba bebiendo, ¿que hay de malo con eso?...-digo clavando la mirada en ella. Dios, soy un maldito desvergonzado que le miente mientras la miro a los ojos.
-¿No tienes un teléfono con el cuál puedes llamar para avisar que vas a beber hasta quedar hecho una mierda?...-dirijo la mirada hacia Julieta. Dejo salir un suspiro frustrado para hacerles ver que esto me fastidia lo suficiente para largarme.
-Ya estoy aquí, dejen de fastidiar...-me despego de la pared y continuo avanzando hacia mi estudio.
-¿Tienes una puta idea de lo preocupados que estábamos?...-dice Julieta con rabia. Si bueno, yo también estaba preocupado de no salir de ahí entero.

Cuando doy el tercer paso, Samuel se coloca frente a mí y me deja sin paso. Que maldita suerte tengo iniciando el día, solo quería un poco de paz y ahora eso será imposible.

-¿En que demonios estabas pensando, Gabriel?...-dice él con voz calmada. Me asusta más las voces calmadas que las alteradas.
-Dejen de actuar como padres sobreprotectores y sigan con sus rutinas normales...-necesito entrar en mi estudio ahora y sentarme en un maldito sillón suave.
-Que maldito malagradecido eres...-dejo escapar un suspiro frustrado y asiento con la cabeza un par de veces.-te estuvimos esperando toda la maldita noche porque nos preocupas, porque te queremos, pero te importa un bledo si así fue porque solamente estabas bebiendo en un maldito bar...-desearía decirle que no estaba haciendo eso, pero él explotaría en rabia e iría tras ella.
-Pues ya ves, considero que lo que ustedes hagan por mí es inútil, así que ya paren...-hago el intento de seguir el camino, pero él coloca una mano en mi pecho y me empuja con fuerza contra la pared. Puedo sentir la sangre arrastrándose sobre mi piel hasta mi abdomen.
-No sé que sucede contigo, pero este no eres tú...-sujeto su muñeca con toda la fuerza de mi mano y dejo escapar un gemido ahogado.
-Duele Samuel...-digo a media voz. Mi cuerpo entero comienza a temblar por el terrible dolor que siento bajo su mano.
-Entonces comienza a decirme la verdad, maldita sea...-empuja con más fuerza mi pecho y yo dejo escapar un aullido cargado de dolor.
-Espera...-dice Valeria desde atrás. Samuel esta tan enojado que no puede parar.
-Samuel...-dice Julieta con voz firme. Mantengo la mirada fija en él mientras las lágrimas descienden sobre mis mejillas.
-Dije que pares...-dice Valeria colocándose en medio de ambos y empujándolo con ambas manos.-algo no anda bien...-dice antes de girar para mirarme. No puedo parar de llorar como un niño lastimado.-déjame ver, ¿sí?...-se acerca unos pasos y comienza a quitarme el saco. Hope ordenó que me lo pusieran para que no vieran las manchas de sangre en la camisa blanca.
-Bajé la guardia...-digo en un susurro. Ella deja de quitarme los botones del saco y levanta la mirada lentamente.-lo lamento, Valeria...-sus ojos se llenan de lágrimas mientras continúa quitándolos.

Cuando quita todos, me quita el saco con cuidado por los brazos y lo deja caer al suelo. La sorpresa por la cantidad de manchas de sangre pinta su rastro en el rostro de Samuel y casi creo que en el de Julieta también, pero no puedo quitar la mirada de Valeria.

Sus manos comienzan a acercarse a los botones de la camisa blanca, pero yo le sostengo las muñecas y niego con la cabeza. Ella acepta mi petición silenciosa y se aleja unos pasos de mí.

Guío a mis manos para que comiencen a quitar los botones uno a uno desde la parte de abajo. Todo esto es una tremenda porquería, pero al final no podré ocultarlo para siempre, al final ellos se darían cuenta.

Cuando quito el último botón, sujeto ambos lados de la abertura de la camisa y la estiro lentamente hacia los lados. Mi piel está expuesta frente a ellos, la maldita palabra que ella me escribió en la piel está ahí y ellos están mirándola fijamente.

-E...Eso es...es...-dice Julieta con voz entrecortada. Poso la mirada en el espejo pegado a la pared y miro mi reflejo por unos segundos.
-Dírne...-digo bajando la mirada al suelo. Dejo escapar el aire antes de volver a alzarla y clavarla directamente en Valeria.-significa prostituta...-ella cubre su boca con una mano mientras cae de rodillas frente a mí.

La realidad del abuso hacia una persona es esta: que no hay límite alguno que le impida al abusador hacer lo que se le antoje, a la hora que se le antoje y como se le antoje. Esa es mi realidad.

Condena Prometida. ♧ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora