Parte 18

29 12 3
                                    


El comandante lanzó a Jack-O el teléfono, mientras le apuntaba a Judy en la cabeza.

Esquizofrénico, el mercenario sacó una tableta de nueve pulgadas con una interfaz de USB. Revisó cada orificio del teléfono hasta que dio con uno donde pudo conectarlo. Automáticamente su tableta se encendió y empezó a correr combinaciones numéricas intentando desbloquearlo.

Kim tomó de su riñonera una ampolleta que traía su propio aplicador; rompió la punta para que se mezclaran dos substancias y se inyectó el suero en el brazo. Sabía que por el momento estaría estable, pero que tenía que ir a un hospital. Luego se dio el tiempo para observar la ficha de información interceptada por sus radares.

—Aquí está... La alerta se originó en una farmacia en Holdover City —balbuceó Kim tratando de resistir el dolor. —La tal Chloe se identificó como Atelia Ava, paramédico certificado... El documento estaba en regla, pero no dudan de que se pudo tratar de una falsificación. En el momento en que se emitió la ficha se interceptaron las señales de GPS de los teléfonos cercanos; sólo eran dos: uno es ese que tiene Jack-O; el otro se quedó en Holdover City.

Jack-O logró desbloquear el teléfono, y descubrió que lo habían reiniciado. No le preocupó. Rápidamente abrió una app para restaurar el contenido, pero fue inútil: la limpieza del disco era tan perfecta que apenas le permitió rescatar la carpeta de fotografías donde, para su sorpresa, había imágenes de Chloe con el mismísimo Declan.

—Jefe, creo que tiene que ver esto —dijo mientras le mostraba la pantalla del teléfono.

Declan observó, y aunque los rayos del sol opacaban la imagen, pudo reconocerse en las fotografías. Por un momento temió que el resto de su equipo descubriera sus verdaderas intenciones.

—¿Cómo carajos llegaron esas fotos a ese teléfono? —preguntó Declan a Judy. Ella ni siquiera levantó la cabeza.

—Ya te lo dije: ese teléfono no es mío.

Judy hubiera querido decir que sospechaba que alguien sembró ese aparato en su bolsa, pero estaba cansada de todo. Ya nada tenía sentido.

Con voz temblorosa y la frente llena de heladas perlas a causa del dolor, Kim intervino:

—Si ese teléfono está aquí, quiere decir que Chloe se quedó en la ciudad. Deberíamos ir a buscarla.

—¿Y qué hacemos con ésta? Yo digo que la matemos de una vez —dijo Jack-O, todavía maltrecho por el golpe que le había dado Dorian.

Declan lo tuvo que pensar un instante. Sabía que Judy podría decirle más cosas, pero haber estado tantas veces en el campo de batalla y en peleas sin sentido le enseñó a descubrir cuándo el contrincante se había rendido, cuándo ya no tenían nada por qué luchar.

De pronto la voz de Martin se escuchó a la distancia.

—¡Declan!

Todos voltearon y Declan caminó hacia Martin.

—¿Qué pasó? —preguntó mientras se ponía a su lado, lanzando su mirada hacia donde él observaba con los binoculares; entonces descubrió los destellos.

—Son niños. Parece que cargan espejos o traen unos impermeables plateados... Algo así... Y vienen hacia nosotros.

Declan le arrebató los catalejos y vio a la distancia: eran doce niños, la mayoría mujeres.

Cuando pudo reaccionar, los niños habían avanzado diez kilómetros de golpe. Ya estaban tan cerca que Declan pudo observar a una de ellas clavando su mirada sobre él. Un destello salió de sus ojos, un destello que lo aturdió.

CHLOEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora