Capítulo 3.

2.6K 184 0
                                    

María José.

Cuando llego a casa en lo último que pienso es en el dichoso hielo. Lo primero que hago es meterme bajo la ducha y dejar que mis lágrimas se diluyan con el agua. Todavía no puedo explicarme lo que ha sucedido hoy, puedo entender la reacción de Daniela y el nerviosismo que he sentido en cuanto la he reconocido, pero no la explosión de mariposas que me ha arrasado la boca del estómago un instante después.

Han pasado doce años, no puede ser que después de tanto tiempo siga enamorada de ella. Aunque ese amor durmiente explicaría muchas cosas; como mi incapacidad para mantener una relación que dure más de seis meses, o el hecho de que ninguna de mis anteriores parejas haya despertado en mí la mitad del deseo que me provocaba Daniela.

Vuelvo hacia atrás en el tiempo y podría evocar un millón de recuerdos a su lado, pero el que se repite en mi mente de forma constante es el de aquel día en su coche, la primera vez que nos besamos. Ella al volante, yo a su lado como copiloto y el coche detenido en el aparcamiento del cine. Era de noche, habíamos quedado para ver una película de la que ya no recuerdo el nombre, se suponía que ella debía poner en marcha el coche y llevarme a mi casa porque ya habíamos hecho aquello para lo que habíamos quedado. Pero allí estábamos las dos, enmudecidas con la mirada clavada al frente deseando que la otra fuese la que diera el primer paso.

Las luces del faro del coche que había delante de nosotras fueron las que me hicieron reaccionar al deslumbrarme. Aproveché mi propio desconcierto y tomé aire para armarme de valor, después me giré hacia ella y Daniela me imitó lentamente al entender cuál era mi intención. Se recolocó en el asiento y me miró asustada porque una chica iba a besarla por primera vez.

—Tengo miedo —sonrió nerviosa.

—Yo también —confesé en un susurro.

Aun así, ya no me detuve. Coloqué mi mano en su cuello y la atraje hacia mí hasta que sus labios se fusionaron con los míos. Fue el beso más torpe y errático que recuerdo, y a pesar de ello lo disfruté con la alegría de una chica que se había enamorado de su compañera de aula.

Siento una punzada en el pecho al recordarlo y cierro el grifo con la idea de meterme en la cama y no pensar en nada hasta mañana, pero como era de esperar no lo consigo y acabo con el móvil en la mano; buscando su nombre en las redes sociales y sintiendo una añoranza y melancolía que no soporto al ver su foto de perfil. Al ampliarla puedo apreciar esa pequeña cicatriz que atraviesa su ceja izquierda, la que se hizo jugando un partido de pádel al intentar devolver una bola imposible. La pobre acabó estampándose contra el cristal y cayendo de espaldas al suelo.

El corazón por poco me salta del pecho cuando la vi caer de aquella manera tan aparatosa. Me acerqué corriendo y Daniela me dedicó su dulce sonrisa desde el suelo, esa que de forma irremediable siempre me provocaba un intenso hormigueo en el estómago que hacía que me faltara el aire. Me arrodillé junto a ella y vi como un hilillo de sangre resbalaba hacia su oreja desde la ceja.

—Uff, María José, creo que no puedo levantarme —sollozó aturdida.

—Claro que puedes, cariño, solo es un poco de sangre…

—¿Sangre? —preguntó asustada mientras abría mucho los ojos y su piel palidecía dos tonos.

—Un cortecito de nada, venga, yo te ayudo, te prometo que no te soltaré.

La ayudé a levantarse y Daniela rodeó mi cuello con los brazos sorprendiéndome, porque a pesar de estar mareada por el golpe decidió besarme, y lo hizo de una forma tan torpe que me recordó nuestra primera vez.

Sonrío al recordarlo a la vez que pienso si realmente es posible que mis sentimientos hacia ella sigan ahí, ¿de verdad solo he necesitado verla treinta segundos para que despierten?

Daniela.

Estoy tan enfadada que ni siquiera sé lo que hago, he llegado a la oficina en coche y he vuelto caminando hasta el que es mi nuevo apartamento. Está claro que me ha mirado un tuerto, no puede ser que tenga tanta mala suerte. Se supone que tenía que empezar una nueva vida lejos de los tentáculos de mi padre, tener un nuevo trabajo, nueva casa, nuevos amigos y compañeros, y voy y me la encuentro a ella. Ni más ni menos que a María José, la persona que más daño me ha hecho y contra la que guardo un rencor que en ocasiones me sobrepasa, pero ahí estaba, mirándome con aquellos ojos aceitunados llenos de vida que tanto me gustaban.

Cruzo el portal y paso de largo el ascensor. He decidido subir hasta la cuarta planta por las escaleras para seguir quemando energía porque parece que hoy me sobra. Cuando entro en el apartamento lanzo un bufido al aire mientras sorteo una veintena de cajas todavía sin abrir que hay esparcidas por el suelo. El sofá todavía no me ha llegado, así que me siento en una silla y apoyo los codos en las rodillas. Cierro los ojos varios segundos y hago varias respiraciones pausadas tratando de calmarme, necesito ordenar mis ideas.

Me miro la palma de la mano sorprendida de que no se me haya caído ningún dedo. Es la primera vez en toda mi vida que le pego a alguien. Me he preguntado una y mil veces cual sería mi reacción si algún día me la acababa encontrando, pero en ninguno de los casos era esta. Todavía la tengo dolorida, lo que me hace pensar que, si a mí me duele la mano, a ella la cara le tiene que arder.

—Que se joda —murmuro para mí en voz baja.

María josé merecía ese bofetón, no me arrepiento en absoluto de lo que he hecho, lo único que me preocupa es que solo después de habérselo dado, he descubierto que Amanda Lozano estaba en el despacho y lo ha presenciado todo. No quiero que piense que soy como una chiquilla dolida
por un plantón que no sabe superar.

Me paso la tarde valorando las opciones sin saber qué hacer. Aunque ya tengo el contrato firmado no sé si seré capaz de trabajar con ella, y menos todavía de soportar que me mande. Después de hacerme una cena que apenas pruebo, me duermo pensando en eso.

~

🍫.

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora