Capítulo 15.

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Amanda.

Salgo de mi despacho resoplando, es la primera vez desde que conozco a María José que le digo que venga y no aparece, y no solo ella, Daniela tampoco. Como entre en su despacho y las pille enzarzadas en una discusión las mando una semana a casa después del evento.

No he dado ni dos pasos cuando veo salir a María José de los baños, con una mano en la mejilla y la mirada completamente perdida. Se detiene justo en la puerta como si no tuviera ni idea de lo que tiene que hacer y me asusto, jamás la había visto así.

—María José —la llamo mientras me acerco.

Se gira a cámara lenta como si el sonido de mi voz le resultase familiar, como si de pronto supiera hacia donde caminar y ahora sí que empiezo a asustarme de verdad.

—María José, cariño, ¿qué te pasa? —pregunto plantándome frente a ella.

Es al enfocarme cuando su barbilla comienza a temblar avisándome de que está a punto de romperse.

—Ven conmigo.

Le pongo una mano en la cintura y la hago caminar hasta mi despacho. Una vez dentro cierro la puerta y la llevo hasta el otro, el que es como mi pequeña casa, para tener más intimidad y asegurarme de que nadie nos molesta. María José se deja caer en mi sofá, se echa hacia atrás y se
coloca una mano en la frente mordiéndose los labios para contener el llanto que pugna por salir.

—No te lo guardes, María José, suéltalo, sabes que conmigo puedes hablar de lo que quieras —le digo apretando su rodilla con cariño.

—Lo sé —susurra con la voz rota, de nuevo tratando de contener el llanto.

Se acaricia la mejilla y cuando la miro bien veo que la tiene más roja que la otra, bastante más. Me cago en la mosquita muerta.

—¿Te ha vuelto a pegar? —pregunto enervada.

Su falta de respuesta confirma mis sospechas y me pongo en pie dispuesta a salir del despacho para cantarle las cuarenta a Garay, y parece que ese gesto es el único que la hace reaccionar.

—Espera, Amanda —me pide poniéndose en pie—, ¿a dónde vas?

—¿A dónde voy? A despedirla, María José, esto es intolerable. Me da igual lo que le hayas hecho o que siga resentida, es una mujer adulta y tiene que saber separar lo personal de lo profesional.

—Por favor, Amanda, no lo hagas —me suplica.

Me giro hacia ella y la veo tan hundida que, en lugar de salir, lo que hago es ir hacia ella y abrazarla.

—No ha sido culpa de ella —comenta entre mis brazos.

—Oh, por favor, María José, eso sí que no, en esto no la puedes defender, cariño, te ha soltado otra torta.

—Me la merezco, esa y todas las que quiera darme —asegura rota de dolor.

—Eso no es verdad —digo enfadada, separándome de ella y llevándola al sofá de nuevo.

Le llevo una botella de agua y me siento a su lado.

—¿Qué ha pasado? Cuéntame porque lo ha hecho sin dejarte detalles y convénceme de que mereces que te trate así.

—Deberías despedirme…

—Madre mía —digo molesta—, o me lo cuentas o te juro que lo hago de verdad María José.

—Básicamente le he dicho que sigo enamorada de ella, casi le he suplicado que vuelva conmigo, Amanda, que me dé otra oportunidad. Creo que se ha sentido sobrepasada y al no saber cómo salir de la situación pues no sé, me ha dado un tortazo, aunque no tan fuerte como el otro —dice sintiendo un alivio extraño.

—Joder, María José, ¿en qué pensabas?

—En ella, joder, no puedo pensar en otra cosa.

—De verdad que no lo entiendo—comento alucinada.

—¿Qué es lo que no entiendes?

—Que la dejaras, está claro que sigues enamorada de ella, no has dejado de estarlo nunca.

—Ah, eso, yo tampoco lo entiendo —confiesa—, te aseguro que le doy vueltas e intento recordar como lo hice para superar su ausencia, porque plantearme eso ahora me mata por dentro, pero por más que lo intento no lo consigo, es como si mi mente hubiese bloqueado una parte de todo aquello. Sé que fue horrible, que lloré durante meses, pero no sé describir lo que sentía, es una sensación rara.

—Entonces también había otras cosas que querías, María José, eras muy joven, tenías ansias de trabajar en muchos campos, tú misma me lo dijiste. Eso supongo que te ayudó a dividir un poco tus pensamientos, no lo sé.

—Puede ser, pero es que ahora, joder, Amanda, es como si mis sentimientos hacia ella se hubiesen doblado, todo es mucho más intenso.

—Eres más madura, ahora tienes una vida tranquila, un buen trabajo que te gusta, tu apartamento, tus rutinas, solo te falta una compañera de vida. Y la que sin duda fue tu gran amor se presenta de repente, claro que se han doblado, la vida te ha dado una segunda oportunidad.

—No sé si el comportamiento de Daniela se puede definir como una segunda oportunidad —comenta mucho más tranquila, la verdad es que hablar conmigo siempre la relaja.

—Mira, sigo sin aprobar lo de los tortazos, pero Daniela tiene sus motivos y puedo llegar a comprender su rabia.

—Tú has pasado por algo parecido y por lo que veo no has reaccionado igual.

—No te vayas a creer que a veces no tengo ganas de estrangular a David, pero cada persona es diferente, María José. Además, a mí esto me ha cogido con una edad en la que llevo mucho recorrido en la vida y me tomo las cosas de otro modo, Daniela no dejaba de ser una cría que no supo cómo
gestionarlo.

—Pues ya no sé qué más hacer, Amanda, lo he intentado todo, pero sus ataques cada vez me afectan más, no sabes las ganas que tengo de que se acabe esta semana.

—Cambia de táctica —propongo.

—¿Qué?

—Pues eso, lo acabas de decir, María José. Lo has probado todo, le has pedido perdón de mil formas, te has rebajado y has aguantado todas sus humillaciones, y aun así no hay manera, pues cambia de táctica.

—¿Y qué pretendes que haga?

—Pasa de ella, intenta ignorarla en la medida de tus posibilidades, haz que piense que no te importa, ponla celosa, cariño —sonrío traviesa —tienes que provocar una reacción en ella de la
manera que sea, así que espabila.

—De acuerdo —responde algo descolocada.

—Y ahora vamos que tenemos mucho por hacer. Te daré el sobre con los tres nombres, y está cerrado —especifico—, así que te quedas con las ganas de saberlos.

—¿En serio?

—En serio.

Salimos de mi pequeño despacho hacia el que uso habitualmente y le entrego el sobre. María José lo coge y se me queda mirando de forma extraña, lo cual me hace levantar una ceja mientras la observo con curiosidad.

—Gracias, Amanda, gracias por la charla que hemos tenido ahí dentro y también por no echarme bronca.

—¿No echarte bronca?

—Bueno, sé que estás de mi lado y por eso solo has hablado de la incapacidad de Daniela para separar lo personal de lo laboral, pero tú y yo sabemos que yo tampoco he sido capaz.

—Lárgate de aquí antes de que me arrepienta.

María José sonríe y abandona mi despacho con el ánimo mucho más arriba que cuando ha entrado.





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Solo diré que amo a Amanda :)

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora