Capítulo 14.

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María José.

Tacho el miércoles del calendario, apretando con fuerza cada línea como si así consiguiera que pasase más rápido. Nunca me había sentido tan mal como me siento ahora, ni siquiera sé cómo explicar esta sensación. Ayer cuando llegué a mi casa por primera vez me pareció enorme, vacía y sin nada de vida, que es como me siento yo.

Ni siquiera el agua de la ducha logró calmarme y llevarse un poco de esa sensación desagradable que llevaba cargada conmigo. Me sentía como una auténtica basura, Daniela consiguió con sus desprecios que me considerara alguien que no vale para nada más que un polvo. Quizá tenga razón y no hay nada que pueda aportarle a otra persona que no sea un poco de placer. Solo tengo que echar la vista atrás y recordar a todas esas amantes de las que he huido, sin ir más lejos, a Valeria.

Aunque no eran ni las cuatro de la tarde me puse el pijama directamente, no tenía ninguna intención de poner un pie fuera de mi casa. No quería cruzarme con nadie y tener que saludar, no me apetecía. Por contra, decidí machacarme un poco más y abrí mi portátil, yéndome a esas carpetas que no abría desde hacía años, esas que narran con imágenes mi historia con Daniela.

Hice clic sobre una a voleo. No deseaba ver nada en particular, solo buscaba aquellos ojos que me observaban hace tiempo llenos de amor y pasión para borrar durante unos segundos su mirada de odio, puede que de asco incluso.

La primera que se abrió me arrancó una sonrisa que se mezclaba con lágrimas. Fue en una fiesta en casa de un compañero de facultad, nos juntamos unos diez, entre ellos Daniela y yo que apenas hacia un par de semanas que habíamos empezado lo nuestro.

—¿Os apetece jugar a la botella? —propuso Quique, el más descarado del grupo.

Todos llevábamos ya unas cuantas copas y la vergüenza había desaparecido hacia rato, pero nadie sabía todavía lo nuestro y la sola idea de ver unos labios que no fuesen los míos posados sobre los de Daniela me martirizaba.

—Yo no quiero jugar —me susurró al oído mientras el resto se sentaba en el suelo formando un enorme círculo.

—¿Por qué? —sonreí para ella.

—Porque no quiero besar a nadie que no seas tú, y por supuesto mataré a cualquiera que intente besarte a ti —confesó muy seria.

—Creo que nosotras pasamos— anuncié en nombre de las dos.

No sabría describir los abucheos que recibimos en aquel momento, nuestros amigos no paraban de llamarnos sosas y de pedirnos entre risas que hiciéramos el favor de no aguar la fiesta. Daniela me miraba con expresión de horror y yo no podía contener la risa que me provocaba su estado.

—¿De qué te ríes? ¿Es que a ti te da igual?

—No me da igual, Daniela, pero es solo un juego.

—Un juego en el que depende del azar a quién te toque besar o a quién le salgas, imagina que te sale el baboso de Eusebio.

—Joder, Daniela —me quejé haciendo una mueca.

—Pues eso —concluyó mientras nuestros amigos seguían insistiendo.

—Hagamos una cosa, juguemos con ellos, te prometo que no permitiré que nadie te bese o me bese a mí.

—¿Y cómo piensas hacer eso, listilla? —preguntó incrédula.

—Tú déjame a mí.

—Ay, Dios, María José, ¿qué vas a hacer?

No le contesté. La cogí de la mano y la arrastré hasta el círculo para que ocupara uno de los dos huecos que habían dejado. Yo me senté en el otro casi enfrente de ella y lo cierto es que por dentro se me estaba revolviendo el estómago de nervios, porque le había prometido que lo impediría y no tenía ni idea de cómo hacerlo.

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora