Capítulo 18.

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Daniela.

Cuando salgo del baño me quedo paralizada unos segundos, me encantaba observar a María José dormir, es el único momento en el que pierde esa cara de traviesa y parece no haber roto un plato nunca. Conmigo rompió la vajilla entera, y aun así aquí estoy, suspirando por ella y contradiciendo lo que siento con un comportamiento absurdo e infantil del que me cuesta desprenderme.

Me tumbo junto a ella con cuidado de no hacer ruido y cierro los ojos quedándome profundamente dormida, hasta que después de un tiempo que se me hace muy corto, su alarma suena indicando que es la hora de prepararnos.

—Podrías cambiarle el sonido a la alarma, es bastante molesto.

—Joder, Daniela —resopla.

Suspiro para tratar de calmarme. Sé que tiene razón, no hago más que incordiar con gilipolleces porque no soporto que pase de mí, de pronto empieza a quitarse la ropa y la boca se me seca al verla.

—Te podrías cambiar en el baño.

—Me has visto desnuda demasiadas veces como para que ahora te ruborices —comenta mientras se empieza a poner un traje pantalón que le sienta de infarto.

—No me ruborizo.

—¿A no? —pregunta mirándome fijamente—, tienes las mejillas sonrojadas.

—Bueno y que, no es malo que me guste lo que veo.

—¿Me estás haciendo un cumplido? —sonríe elevando una ceja.

Simplemente me doy la vuelta y comienzo a desnudarme, sabiendo que ella no me va a quitar el ojo de encima.

María José.

Por suerte la gala transcurre de una forma muy distraída, entre saludos con otros compañeros y hablar con los seis finalistas, cuando me quiero dar cuenta ya estamos sentados cenando. Después llega el momento de anunciar al ganador y las dos subimos al escenario, a Daniela siempre se le daba muy bien exponer sus trabajos ante toda la clase, así que es ella la que disculpa a Amanda por su ausencia, la que da el pequeño discurso y la que finalmente abre el sobre con los nombres de los ganadores conmigo a su lado en todo momento.

No puedo dejar de mirarla con devoción, no solo por lo preciosa que está con ese vestido, sino porque por primera vez la veo relajada desde que volvimos a vernos. Sonríe con sinceridad y sus ojos brillan, provocándome un burbujeo agradable en el pecho que hace que me flaqueen las rodillas, Dios, ¿cómo pude dejarla?

—Has estado increíble, Daniela, creo que has enamorado a medio hotel —le digo sincera en cuanto bajamos del pequeño escenario.

—No me hagas la pelota, María José, entre tú y yo no va a pasar nada si es lo que estás pensando —responde sagaz, alejándose de mí sin ni siquiera mirarme.

La impotencia empieza a recorrerme por dentro, pero no dejo que la sensación de miseria que el efecto Daniela deja en mí con sus desprecios me domine.

—Sigue con el plan —me digo a mí misma.

Y es lo que pienso hacer, porque desde que esta mañana he comenzado a ignorarla tal y como me aconsejó Amanda, la he notado nerviosa y cada vez más desesperada por llamar mi atención. Me acerco a la barra y le pido una copa al camarero, ahora ha llegado el momento en el que todos empiezan a beber y a hablar con todo el mundo, y por supuesto a tirar la caña, ya he notado algunas miradas durante el evento, lo malo es que muchas de ellas eran de hombres.

Busco a Daniela con la mirada y la encuentro hablando con un grupo de compañeros. Siempre se le han dado muy bien las relaciones sociales, en cambio yo soy más reservada, no suelo soltarme hasta que no tengo cierta confianza con esa persona, así que este tipo de actos para mí son más agobiantes, salvo que mi objetivo sea otro como es el caso. Aparto la mirada para no perderme en la increíble sonrisa de Daniela y me doy una vuelta por el salón sin ver nada que me llame la atención lo suficiente.

Decido que quizá un poco de aire fresco me venga bien, así que me pido otra copa y salgo a uno de los jardines. Hay pequeñas mesas altas donde la gente deja sus copas mientras fuman charlando con amigos o futuros amantes. Localizo una vacía en el rincón menos iluminado, dejo mi copa y miro hacia arriba, cerrando un segundo los ojos para serenarme, por primera vez en todo el día siento un poco de paz.

Aquí el ruido de la música llega muy lejano y las voces de la gente como un murmullo que me calma, haciéndome comprender que no puedo pasar del huracán Daniela y que por mucho que lo intente no quiero estar en los brazos de otra, ni siquiera para darle celos. Tal vez ha llegado el momento de rendirme sin más, de hacerme a un lado y que ella siga su camino y yo el mío, como hice en su día. La semana que viene ya no tendré…

—Te invito a una copa si me cuentas en lo que estás pensando ahora mismo —me interrumpe una voz femenina.

Cuando me giro veo a una mujer ataviada con un vestido negro que la favorece poderosamente, su melena rojiza se mueve ligeramente con la brisa y sus ojos oscuros me observan con curiosidad y agrado al mismo tiempo.

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora