Capítulo 8

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María José.

Llego al despacho y me maravillo del silencio y la tranquilidad que se respira dentro. Amanda no comprende porque llego siempre de primera, y mis compañeros menos. Pero no lo hago para destacar o apuntarme tantos de cara a la empresa, es simplemente porque estos minutos de absoluto silencio me relajan y me dan energía para afrontar el resto del día.

Apoyo la espalda en la pared y cierro los ojos disfrutando este momento, porque en cuanto Daniela llegue, la poca relajación que he conseguido se irá a la mierda con la explosión de emociones incontrolables que siento cuando la tengo a mi lado.

Por algún motivo me detengo a mirar el calendario que hay colgado en la pared de camino a mi mesa. Amanda me lo trajo de uno de sus viajes porque estaba lleno de paisajes de montaña y sabe que me encantan. De forma automática y sin pensar mucho, cojo un rotulador de la mesa de Daniela y tacho los dos días que ya he pasado a su lado.

—Ocho jornadas más —susurro para mis adentros —aguanta ocho más, María José.

—¿A qué hora llegas? —me asusta Daniela entrando en el despacho como un huracán.

—Suelo llegar a la media —contesto sin girarme, paralizada por el puto efecto de su voz.

—Pues no esperes que yo lo haga, no he venido aquí para hacerle la pelota a nadie —farfulla buscando guerra.

Dios mío dame paciencia, porque como me des fuerza la estrangulo, pienso para mí.

—¿Estás tachando días en el calendario? —pregunta colocándose a mi espalda.

Su aliento me acaricia el cuello y un escalofrío que me turba me recorre de arriba abajo. Desde que casi nos besamos ayer no puedo dejar de pensar en ella desnuda, en aquellos gemidos ahogados y tímidos que tan loca me volvían o en su mano entre mis piernas. Joder, acabo de mojarme y todavía no la he mirado a los ojos, a esos ojos que me devoraban con agrado y deseo. Por favor, que alguien me ayude, cada vez se me hace más cuesta arriba pasar tiempo a su lado controlando las ganas que tengo de arrancarle la ropa y follármela sobre su mesa.

—¿Tienes algún problema con que tache días en el calendario?—cuestiono mientras intento ganar tiempo para calmarme.

—Sí esos días coinciden casualmente con el tiempo que llevo aquí, sí. ¿Qué pasa? ¿No eres capaz de aguantar a mi lado? Espero que al menos sea porque tienes remordimientos por lo que hiciste.

—Joder, Daniela—me giro hacia ella enfadada.

Enmudezco y un torrente de excitación se apodera de mi cuerpo al ver que se ha hecho una coleta alta, solo ella sabe lo mucho que me ponía ver su cuello al descubierto, ¿lo está haciendo a propósito?

—Joder, ¿qué? —pregunta con chulería.

—Es muy pronto para que vengas guerrera, ¿no te parece?

—¿Crees que vengo guerrera?—pregunta elevando una ceja—, créeme, María José, cuando venga guerrera te darás cuenta.

—No te pases, Daniela, estamos en el trabajo y te recuerdo que aquí mando yo —suelto intentando pararla, si no viene guerrera que me digan a mí en qué plan viene, joder.

La verdad es que su comportamiento me desconcierta a unos niveles importantes. Ayer pareció irse de aquí algo más relajada, incluso pensé que aquel arranque que tuvo de ponerme el caramelo en la boca y luego quitármelo le había servido como venganza y eso la había calmado, pero hoy viene peor que ningún día, y si piensa que me voy a callar la boca y aguantarme con el calentón como hice ayer está muy equivocada.

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora