Capítulo 1.

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María José.

Salgo de la reunión sin tener muy claro el motivo por el que Amanda ha querido que asistiera. Imagino que se ha equivocado, aun así, no comento nada y camino tras ella por el pasillo, observando como sus pies se mueven uno tras otro con su característica elegancia, esa que hace que mi jefa parezca que levita en lugar de caminar.

-Pasa -ordena autoritaria, invitándome a entrar en su despacho.

-Creía que teníamos una reunión con el personal, Amanda -comento mientras las dos tomamos asiento, una frente a la otra -¿por qué me has metido en una reunión con los directivos?

-Porque quiero que te acostumbres.

-¿Qué me acostumbre? -me sorprendo.

Amanda se recuesta en el respaldo de su acolchada silla de cuero y deja que esta haga muelle y la balancee ligeramente. Cruza las piernas y deja descansar las manos sobre su regazo. No puedo evitar mirarla con agrado, nunca he visto a una mujer con cincuenta años tan bien llevados.

-Estoy agotada, María José -confiesa suspirando -me paso el día enterrada entre montañas de papeles y estoy cansada, me gustaría tener algo más de tiempo para mí.

-Bueno, si es eso puedo echarte una mano si quieres, ya sabes que no me importa -me ofrezco sin acabar de comprender.

-Dime una cosa, María José. ¿Cuántos años llevas conmigo? ¿Diez, doce?

-Ocho.

-Ocho -repite con agrado-, ¿y no te gustaría ascender?

-¿Qué quieres decir?

-Lo que digo es que quiero que ocupes mi puesto.

Su propuesta me sorprende tanto que soy incapaz de encontrar las palabras adecuadas para agradecerle su confianza, en lugar de eso, estoy ante ella conteniendo la respiración con los ojos muy abiertos. Alucinada por lo que acaba de decirme.

-Eres mi mano derecha, María José, tú mejor que nadie sabes todo lo que hago y, sobre todo, eres la única capaz de hacer las cosas como a mí me gustan.

-Bueno, mejor hacerlas a tu gusto que escuchar tus broncas -comento haciendo uso de una confianza que me he ganado de forma justa.

-Bueno, ¿qué me dices? -insiste, extendiendo los brazos intentando abarcar de forma abstracta todo lo que me ofrece.

-No te entiendo, ¿quieres dejar el puesto? -pregunto con angustia.

-No, no, claro que no -sonríe aliviándome-no te librarías de mí tan fácilmente, eso te lo aseguro. Estaré por aquí en un segundo plano, solo quiero que lleguen a mi mesa las cosas que
requieran mi firma y un informe semanal con todas las novedades, pero por lo demás, quiero que tú seas yo. Obviamente no a cambio de nada, te aumentaré el sueldo un veinte por ciento, y si lo haces bien, a partir del año que viene te daré un cinco por ciento de las acciones de la empresa ¿Qué me dices?

-¿Lo puedo pensar? -pregunto superada por la situación.

-Por supuesto que no.

Ruedo los ojos y sonrío, conozco a Amanda lo suficiente como para saber que es tan implacable como impaciente.

-De acuerdo -claudico asintiendo-, pero hay muchas cosas que no sé hacer, casi no conozco a los demás directivos, no sé cómo lidiar con ellos, ni...

-Relájate -me corta sonriente al ver mi cara de agobio.

-Ya te he dicho que estaré aquí. No espero que lo lleves todo de un día para otro, soy consciente de que hay muchas cosas que tengo que enseñarte todavía, pero para eso necesito que todo tu tiempo sea mío, y cuanto antes comencemos mejor para mí.

-Pero ¿y mis cosas? Alguien tendrá que hacerlas, Amanda, no puedo abarcarlo todo.

-Por supuesto que no, para que yo pueda enseñarte a ti, antes tendrás que enseñar tú a alguien. He contratado a una chica con un currículum intachable y a la altura del tuyo. Se ha tenido que trasladar a la ciudad por motivos personales y eso la obligó a abandonar su antiguo trabajo, así que ahora es nuestra, puedes leer su currículum si quieres -dice tendiéndome una carpeta de color verde claro.

La cojo y la sostengo un segundo entre los dedos, pero estoy demasiado sobrepasada por lo que mi jefa acaba de ofrecerme y no me siento capaz de ponerme a leer nada.

-Me fío de ti -digo sin más, dejándola sobre la mesa.

-Bien, porque llegará en diez minutos
-asegura tras mirar su reloj de pulsera-, le he pedido que se pase hoy para que os conozcáis, pero no empezará hasta mañana. Tienes quince días para enseñarla bien, María José, después serás para mí.

-¿Quince días? -pregunto asustada-, es muy poco tiempo, Amanda. Tú has visto a diario lo caótico que es mi puesto.

-Tendrá que espabilar igual que lo hiciste tú en su día, además, tampoco desaparecerás, si tiene alguna duda puede venir a consultarte, aunque no debería porque su puesto anterior era muy parecido al tuyo. En fin, me alegro de que hayas aceptado.

Sonrío y miro a Amanda con agradecimiento. Sé que habla sinceramente, de cara a los clientes y trabajadores se muestra como una mujer fría, distante y malhumorada, pero hace tiempo que conseguí derribar sus defensas y soy perfecta conocedora de su auténtico carácter; cariñoso y comprensivo, aunque solo en ocasiones excepcionales.

Alguien llama a la puerta, las dos nos ponemos en pie y Amanda rodea la mesa para colocarse a mi lado. Quiere que la nueva se sienta cómoda en este primer encuentro y le parece mucho más cercano hablar con ella sin distinguir posiciones, una humildad que también utilizó conmigo en mi entrevista y que siempre he admirado de ella. Apoya el culo sobre la mesa mientras yo la miro sin saber muy bien qué hacer.

-Recíbela tú, al fin y al cabo, será tu subordinada -sugiere Amanda.

Me dirijo hacia la puerta y la abro con decisión para dejar pasar a la nueva redactora jefa de la revista, debo mostrarme firme y segura si quiero estar a la altura del puesto que Amanda acaba de ofrecerme. La chica se detiene en seco en cuanto me ve, me observa con el rostro desencajado por la sorpresa mientras yo siento el corazón martillearme el pecho y un calor que me abrasa por dentro mientras la miro de arriba abajo corroborando que es ella.

-No me jodas -farfulla en voz baja.

Al reconocerla me he quedado tan paralizada que he sido incapaz de reaccionar a tiempo. Daniela toma una gran bocanada de aire para intentar calmarse, pero al no conseguirlo, hace lo que sin duda debe llevar mucho tiempo deseando hacer; alza su mano y me da una sonora bofetada cargada de rabia que me cruza la cara y me deja con la mejilla ardiendo y el oído zumbando.

Aturdida y algo desconcertada por lo que acaba de pasar, la observo cogerse la mano para calmar el picor que sin duda debe haberle provocado el golpe que me ha dado, y después de dedicarme una mirada llena de ira, sale por donde ha entrado y se marcha sin decir una palabra.

Cierro la puerta de un empujón y apoyo la espalda en ella a la vez que me coloco la mano en la cara sintiendo que está a punto de explotarme. Es la primera vez que me dan una bofetada y no me imaginaba que doliese tanto, aunque ese dolor no es nada comparado con la opresión que he sentido en el pecho al ver su forma de mirarme. Cargada de rabia y de ira, pero sobre todo de un dolor que yo le provoqué cuando tomé la que sin duda ha sido la peor decisión de mi vida.

crossing out days (Adaptación caché) [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora