Prefiero ser su amante.

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Aimé Engels:

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Aimé Engels:

Camino lentamente por el pasillo, con las pocas fuerzas que me quedan me sostengo de la pared tratando de mantener el equilibrio, apenas soy capaz de arrastrar mis pies, como una condenada a muerte dirigiéndose al cadalso por voluntad propia.

Lagrimas brotan de mis ojos sin poder contenerlas.

Mi interior arde en una tormenta de fuego que me calcina hasta la medula, pero las llamas no me queman, no me consumen, no me matan, solo prologan mi agonía, encadenando mis hombros a las tinieblas, dejándome completamente en ruinas con una estela de destrucción a su paso.

Mi interior arde en una tormenta de fuego que me calcina hasta la medula, pero las llamas no me queman, no me consumen, no me matan, solo prologan mi agonía, encadenando mis hombros a las tinieblas, dejándome completamente en ruinas con una estela...

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Con mi alma rota, mi espíritu hecho trizas y mi núcleo en cenizas, se forma un enorme cráter en el lugar donde algún día habito mi corazón, convirtiéndome en un cadáver andante.

Soy como una roca cayendo en el más profundo de los abismos, una que se encuentra demasiado lejos para ser encontrada.

Limpio las lágrimas con el dorso de mi mano, respiro profundamente un par de veces para tratar de calmarme, experimento como el aire derrite mis pulmones, en estos instantes la gravedad es la única que me mantiene en tierra.

Sacudo mi cabeza tratando de diluir mis ideas, poco a poco recobro las pocas fuerzas para continuar mi andar, voy tan perdida en mis pensamientos que solo reacciono hasta chocar con alguien.

Levanto la vista y reconocer a la mujer mis ojos se abren como platos.

«Maldita sea mi suerte» escupo para mis adentros.

—Contigo quería hablar estúpida —habla la rubia artificial. —¿Dónde está Laurent? —pregunta con su típica voz chillona.

Dejo salir todo el aire contenido tratando de calmarme, cuadro mis hombros, mi espalda se vuelve recta y parpadeo un par de veces tratando de hilar mis pensamientos.

>>Responde —suelta Shayla impaciente golpeando el piso con uno de sus tacones.

Entonces todo el dolor se vuelve ira... juro que tengo que contar mentalmente hasta mil, para no arrancarle las malditas extensiones.

Eternamente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora