Aimé es una chica sencilla, inocente e inexperta que solo vive para su trabajo, pero carga un secreto que la quema por dentro... como ella dice "El amor es un lujo que no se puede dar".
Laurent es un hombre extremadamente guapo y poli multimillonar...
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Aimé Engels:
Ha pasado una semana desde la cena con Adam, sorprendentemente estar a su lado me resulta muy agradable... descubrir que tenemos muchas cosas en común, hace que todo fluya de forma natural.
Sonrió como una tonta ilusionada... cuando termino de leer la tarjeta que me envió Adam junto con un bello arreglo de magnolias.
Aspiro su delicioso aroma y las coloco en mi escritorio.
La mañana se me pasa volando inmersa en el trabajo, termino por revisar el último de los diseños y realizo varias correcciones hasta que estén perfectas.
Suspiro cansada y bebo los restos de café mi taza, con mis manos masajeo un poco mi cuello para aliviar un poco el estrés de los últimos días.
Evadir a Kemppainen cada vez es mas complicado, sobre todo por la carga de trabajo que tenemos, es inevitable no verlo en las reuniones... sin embargo, agradezco que únicamente nos limitemos a lo profesional.
Aunque eso ni evita, que cada vez que lo veo mi corazón lata sin control... recordándome con cada latido que le pertenezco, que mis terminaciones nerviosas se hagan trizas, que mis piernas tiemblen, que me olvide de respirar y que pierda en sus ojos.
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Es imposible no caer en esas esmeraldas que te atrapan, te seducen, te cautivan y te invitar a pecar, mostrándote ese infierno verde que se convierte en el más maravilloso paraíso... esa selva llena de vida que te seduce y te invita a descubrir sus más recónditos y grandes secretos prohibidos, haciéndote caer en una peligrosa letal como el averno mismo, de la cual ya no puedes escapar.
«No lo hagas Aimé... no pienses en él» me digo a misma
Mis ojos se nublan y sacudo mi cabeza tratando de ordenas mi mente.
El ruido de mi estomago me saca de mis cavilaciones, no lo pienso mucho tomo mi bolso y salgo de oficina... necesito algo de aire.
Al llegar al estacionamiento como en la última semana, Adam me recibe con su encantadora sonrisa que me logra desestabilizar.
