Levántate.

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Aimé Engels:

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Aimé Engels:

La gélida madrugada logra taladrarme el cuerpo hasta los huesos... mi sangre se congela.

La brisa húmeda corta mi piel al contacto... siento como si diminutos cristales afilados se incrustaran en esta, provocando un ligero tono azulado.

Mi cuerpo tiembla bajo la ligera bata de seda, pero no me importa.

No me muevo, es más... ni siquiera lo intento.

«Después de todo ya estoy en ruinas ¿No?» pienso con amargura

Mis ojos ya se han secado de tanto llorar, están rojos e hinchados, sin embargo, continúan perdidos en el inmenso cielo gris.

Sigo sentada en el balcón, abrazada a mis piernas y con la cabeza sobre las rodillas.

Con la mano buscó los restos de la última botella vodka, el licor se desliza con avidez por mi garganta como si fuera agua hasta perderse en mi sistema, pero no me altera y tampoco logra anestesiar mis sentidos.

Sin proponérmelo anoche me hice amiga del alcohol, no para olvidarlo, si no para tratar de mantener la cordura y calmar el dolor.

«¿Qué tan jodida estoy? para terminar con todas las botellas de la barra, sin que estas logren adormecer mis nervios» rió sin gracia

Suspiro resignada y dejo caer mi espalda en la fría pared.

Enciendo un cigarro y me lo fumo hasta que se apaga entre mis dedos

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Enciendo un cigarro y me lo fumo hasta que se apaga entre mis dedos. 

Me olvido del correr del tiempo.

Los rayos del sol, comienzan a teñir con ligeras pinceladas de dorado el firmamento, dando un hermoso espectáculo multicolor de la naturaleza.

Pero el amanecer se fractura, se parte en mil pedazos y me deja a la deriva... entonces comprendo que esta noche fue mi velorio.

Porque ahora el mundo por más hermoso que sea... se convierte en mi jaula, en mi prisión, en mi tumba... donde lo único que queda son los restos inherentes de lo que un día fue mi corazón, volviéndome un cadáver viviente.

Eternamente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora