Capítulo 2.

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— Más despacio — escucho la voz de mi fisio a mi lado, resoplo reduciendo la velocidad de mis movimientos—. Ainhoa, más despacio, que te vas a partir el tobillo — resoplo de nuevo y saco el pie.

— Tengo que irme a trabajar.

— No puedes trabajar hoy, Ainhoa — ruedo los ojos limpiándome la frente con la toalla—. Cómo fuerces más...

— No lo estoy forzando — le digo—. No me duele, está mejorando. Sé que no puedo volver a bailar, pero no me pongas tantos límites en esto.

— Tienes que tener cuidado, ¿cómo vas en terapia?

— Bien, mejorando, cómo siempre, ¿no ves que estoy aquí?

— Has vuelto a ir a algún acto de danza — trago saliva y entrecierro los ojos.

— No me psicoanalices que no te pago por eso — le digo seria.

— No seas borde, que nadie tiene la culpa — resoplo de nuevo, me molesta demasiado que me digan que tengo que hacer.

— Lo sé, perdón, ha sido una semana complicada— mi teléfono suena en una estantería en la entrada—. Voy a contestar y me voy, mañana vuelvo.

— No vayas a trabajar.

— Me quedaré detrás de la barra, los días que tengo fisio me toca — sonrío alzando las cejas con suficiencia.

— Tres años trabajando contigo y eres igual de insoportable que el mismo día.

— Es esencia, supongo, Aloia me lo dice bastante— él sonríe negando.

— Debe ser el tipo de persona que le hace falta a Kepa para que deje de forzarse tanto — me encojo de hombros aunque sé que no.

— ¿En serio te sale rentable estar de Londres a Manchester prácticamente a diario? — ella asiente.

— El Chelsea paga mejor de lo que piensas, al final yo tengo mi sede aquí, pero ellos... he estado planteándome bastante el irme para allá una temporada.

— Que te intentes escapar de mi de esta manera tan rastrera no me gusta nada, eh Laura — ella ríe negando—. Es bastante rastrero por tu parte — le digo con gracia, la rubia niega.

— No, me pagas bastante poco teniendo en cuenta lo mucho que te aguanto — suelto una carcajada.

— Créeme, el tener la lesión no es que me ayude demasiado con mis fuentes de ingresos.

— Lo sé — veo la pantalla del teléfono, un número largo está en el centro de la pantalla.

— Ya han conseguido mi número otra vez... — resoplo—. Tengo que hablar con Jack, esto no puede seguir así — murmullo, mi fisioterapeuta hace una pequeña mueca.

— Bueno, quizás deberías plantearte más cosas que hacer que tu novio deje de hacer cosas que facilite la filtración de tu número a la prensa — suspiro negando.

— Lo sé... Tengo que irme.

— Con cuidado, nos vemos la semana que viene — asiento con media sonrisa y salgo de la sala.

Guardo en el pequeño bolso la toalla y saco una sudadera. Es posiblemente la única que guardo del estudio de danza en el que bailaba, y porque es la única lo suficientemente caliente para no morir de frío durante el invierno aquí. La lluvia cae sobre los tejados, observo mis tenis deportivos y suspiro. Echo a andar hacia mi casa con la capucha puesta.

Posiblemente lo que menos me guste de Inglaterra es el tiempo que hay, no tiene mucho que ver con el de Barcelona, a no ser que este haya cambiado demasiado en estos años que no he ido. Si mi terapeuta supiera esto posiblemente me compraría él mismo un billete de ida y se aseguraría de que no volviese en un tiempo.

Starlight • Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora