Capítulo 7.

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Irme a Londres en año nuevo no fue, ni de lejos, la peor decisión que tomé en mi vida. Entra quizás en la lista de mis peores decisiones, pero no es la peor. Me estiro en la cama, no hay nadie acompañadome en la cama. Pongo mi mano sobre mi frente, me encuentro demasiado cansada.

— ¿Aloia? — pregunto al aire, no obtengo respuesta— Dónde estará— me giro y apoyo la cabeza en la almohada—. ¿Qué hora es? — toqueteo la cama en busca del movil.

Desbloqueo y veo una foto de fondo que no recuerdo haber puesto, un par de mensajes sin responder y varias llamadas perdidas de Jack. ¿Qué demonios pasó anoche?

Entro en la galería, hay varias fotos de la noche con gente que no conozco, en algunas mi amiga ya no está. Sigo pasando hacia atrás y veo un video. Le doy al play.

Está oscuro salvo por las luces que se intercalan. "Dónde están las gatas" de Don Omar suena de fondo, la chica es mi amiga, que tiene acuclillado a alguien intentando sacarle un vaso de chupito del escote. Río hasta que me fijo en quién es el chico que está en cuclillas, por no hablar del que tiene detrás besando su cuello.

Aprieto los labios y sonrío, me levanto de la cama para salir de la habitación y voy a la cocina del apartamento que hemos alquilado para estar en la capital de Inglaterra.

Elimino las llamadas perdidas de Jack, de las que ya me haré cargo de eso cuándo vuelva a Manchester, voy directa a responder los mensajes de Eric. Uno felicitándome el año a las doce españolas, junto a una foto del Camp Nou que me hace la boca agua. El otro es el mismo mensaje, pero una hora después.

Le respondo con un buenos días e igualmente, dejo el móvil sobre la encimera y me preparo algo de desayuno. Pongo una cápsula de descafeinado en la máquina y lo dejo haciendo mientras hago unas tostadas. El teléfono vibra sobre la encimera.

Muevo las caderas al ritmo de cualquier canción que se me viene a la mente mientras esparzo un poco de aguacate sobre el pan. En la otra corto unas rodajas de tomate y le echo aceite y sal.

El móvil vuelve a vibrar de nuevo, apago la cafetera y me giro con los platos. Jack. Resoplo, no quiero que me amargue el desayuno de año nuevo después de la gran noche que pasé, pero sé que no contestarle no es algo muy maduro por mi parte.

— Darling — me dice con ese perfecto acento inglés en cuanto descuelgo —, ¿no estás en casa? Estoy fuera, podemos ir a tomar algo, comer juntos.

— Estoy en Londres, Jack. Te dije que me iba con Aloia — comento, dándole un mordisco a mi tostada.

— ¿Vuelves hoy?

— No.

— ¿Y cuándo vuelves?

— No lo sé — le contesto, me duele hablarle así porque lo quiero, pero desde lo que hizo la última vez algo en mi no me deja ser de otra manera con él—. Jack, estoy decepcionada contigo — miro hacia el Big Ben, desde la isla de la cocina—. Creo que llevo demasiado tiempo decepcionada contigo — murmuro, muerdo el interior de mi mejilla sin perder de vista cómo gira la noria.

— ¿Estás enamorada de otro? — escucho su pregunta en un susurro, suelto un suspiro y una pequeña risa.

— Estoy decepcionada contigo — muerdo la punta de mi lengua —, y lo mejor es que lo hablemos en cuanto vuelva a casa, Jack — doy un trago al descafeinado—. No podemos seguir así.

— Yo te quiero, Ainhoa.

— Yo también te quiero, Jack — suspiro, muerdo el interior de mi mejilla y arranco un poco de piel—. Pero no es suficiente que yo te quiera mucho y tú... seas así. Hablamos en cuanto vuelva a casa, ¿si?

Starlight • Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora