Capítulo 8.

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Cojo aire profundamente y revuelvo el descafeinado en el vaso de cartón. Cruzo una calle y me siento en uno de los bancos. Espero a Jack a las afueras del Etihad. El cielo está sorprendentemente despejado, parece que hasta el universo está feliz de que haya tomado esta decisión.

Saco el teléfono del bolsillo para ver la hora, debería estar saliendo de entrenar. Busco el número de Aloia y la llamo, necesito una voz que me haga no querer salir corriendo.

— ¿Sí? — escucho su voz adormilada.

— ¿Estabas durmiendo? — le pregunto con el ceño fruncido— ¿Quién abre el bar?

— Marc — dice y bosteza—, se va mañana, así que he estado aprovechando — ríe, escucho otra risa suave—, ya sabes.

— Eres la de siempre — río, ella dice algo en un susurro—. Si quieres cuelgo, no vayas a...

— No, no. Si puedo hablar — la escucho caminar—, ¿estás ahí?

— Sí.

— ¿Y qué? ¿Preparada?

— No.

— ¡Ainhoa! — río nerviosa — Va a salir bien, cariño — me dice con una voz familiar, siempre hace lo mismo —. Y estás más que preparada, llevas mucho tiempo preparándote para esto — río de nuevo rascándome la nuca—. Ahora, te dejo, porque me están esperando.

— Disfruta.

Sabes que sempre, rula — cambia al gallego, es algo muy habitual en ella—. Ahora demuéstrale al burbujitas que no se juega con una vasca.

— Lo lleva haciendo mucho tiempo.

— Pues demuéstrale que ya se acabó — suspiro mordiéndome el labio inferior—. Eres increíble, Ainhoa, hazme el favor de creértelo.

— Lo hago — murmullo, lo veo venir a lo lejos, el pelo despeinado y los hombros caídos—. Te dejo, ahí viene.

Sorte — murmulla—, non a precisas, pero sorte — inspiro profundamente y cuelgo.

Poso mis ojos en Jack, que no levanta la mirada de sus pies. Aprieto los labios, mordiendo el interior de mis mejillas. El chico levanta ligeramente la cabeza, tiene los ojos hinchados, definitivamente ha llorado más de lo que yo he hecho en estas semanas.

Prácticamente no lo he hecho.

Suspiro y me levanto, agarro el bote entre las manos. Humedezco mis labios viendo cómo se para un paso a distancia de mi. Sonrío, no se me remueve nada por dentro al verlo.

— ¿Vamos? — asiente, echamos a andar hacia su coche — Jack, yo... — me rasco la nuca—. Yo te quiero muchísimo— él ríe.

— Si tú lo dices — suspiro, pongo la mano en la manilla del coche y abro.

Tomo asiento, por última vez, en el coche del chico. A pesar de no tener carnet, sigue conduciendo trayectos pequeños. Deja las llaves en un hueco entre los asientos, me acomodo en el asiento para empezar a hablar.

— ¿Quieres que lo dejemos? — va directo al tema, aprieto los labios y trago saliva, asiento — ¿Hay alguien más?

— Jack, llevo tres años contigo, aguantando las veces que te has acostado con otras— digo manteniendo la calma—. ¿Crees que es porque me he liado con alguien?

— Estas... diferente.

— Llevo diferente mucho tiempo, pero me faltaba abrir los ojos, Jack — dejo el vaso de café en un hueco que hay para poner vasos—. Creo... — miro hacia el cielo, parece oscurecerse, poco ha durado el buen tiempo —, creo que ya ha sido suficiente daño. Esto no funciona — comento, unas pequeñas gotas caen en el cristal—, lleva sin funcionar más tiempo del que queremos creer, y estamos perdiendo el tiempo.

Starlight • Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora