Capítulo 5.

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— Hola, cariño — Aloia rueda los ojos y resopla al escuchar al chico nada más descuelgo el teléfono—. ¿Cómo has visto el partido? — la risa de mi amiga suena de fondo.

— Bien, lo habéis hecho bastante bien — sonrío recostándome en el sofá y bajándole el volumen de la televisión, la casa huele a unas galletas que suele hacer Aloia.

— Podría haber marcado, tenía oportunidades — me encojo de hombros apoyando la cabeza en uno de los cojines, cambio de canal en busca de algo entretenido que ver.

— ¿Para qué? Lo poco que has jugado lo has hecho bastante bien. Además, visto el tiempo que entraste, era prácticamente imposible que te adecuases perfectamente a su ritmo de juego.

— Ya... pero quería dedicarte un gol — entrecierro los ojos y frunzo el ceño, levanto la cabeza por encima del respaldo del sofá y veo a mi amiga perpleja en el medio de la sala—. ¿Estás ahí?

— Sí... esto... No hace falta que me dediques goles, es decir, llevamos dos años y no he tenido problema por no tenerlos — murmullo, mirándome las uñas, pensando en que posiblemente sí se lo pediría si fuera otra persona.

— Bueno, nunca es tarde — trago saliva queriéndole decir que sí, que a veces ya es tarde, pero me mantengo en silencio esperando a que siga hablando—. Estoy de camino, ¿estás lista?

— Lista para qué— pregunto mientras me levanto del sillón y veo hacia la pequeña montaña de ropa que hay sobre la mesa del comedor.

— Para irnos de cena tú y yo, mañana es la del equipo, pero quiero ir a cenar contigo...

— Ah, sí, bueno — aprieto el teléfono con mi oreja y muerdo mi labio inferior—. Creo que... Necesito cerca de media hora — murmullo.

— Paso por casa, me cambio y te recojo, ¿sí?

Asiento en un murmullo y cuelgo el teléfono. Suspiro dejándolo apartado a un lado y revuelvo la montaña de ropa. Por ahí debo tener un vestido largo negro, bastante útil aquí por el mal tiempo que suele hacer aquí. Lo saco y busco con la mirada a mi amiga, a la cual se la escucha cantar en el pasillo.

Quiero que mi niño vaya a clase con el hijo de un poli... — tararea, la veo desde el pasillo moverse por su habitación y sonrío—. Le robe el bocadillo y los bolis... — se gira y alza una ceja hacia mi—. ¿Tienes plan con burbujitas? — asiente, veo en su mano una tela roja y frunzo el ceño.

— ¿Ese vestido? — mira hacia él y sonríe mirándome de nuevo.

— Yo también tengo plan — alzo las cejas, interesada por su posible cita—. No es un plan romántico, pero parece que tu vecino Eric se tomó en serio eso de presentarme a algún amigo suyo — frunzo el ceño seria, ella me sonríe con superioridad—. Si no tuvieras plan con burbujitas... — ruedo los ojos y niego—. No te preocupes, está protegido por mi.

— No sé si me das más miedo tú — río saliendo de su cuarto, noto su mano en mi muñeca y sus ojos grandes me analizan— ¿Qué? — le pregunto, poniéndome seria lentamente sin ver ningún brillo de broma en sus ojos.

— Piénsatelo bien, hay hueco para uno más en el coche — me suelta y me guiña un ojo, cierra la puerta del cuarto y sube la música—. Tan bonita que dueles, pero qué buenos genes, mi gitana...

Camino hacia mi cuarto y cierro la puerta, voy hacia la colcha rosa y dejo ahí encima el vestido. Enciendo la lámpara de la mesilla y una luz anaranjada ilumina la habitación. Abro el armario y cojo algo de ropa interior que combine para ponerme. Me cambio con lentitud, dándole vueltas a las palabras de mi amiga.

Starlight • Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora