Epílogo.

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— Yo os declaro marido y mujer — sonrío mirando a Eric—, puedes besar a la novia... — su rostro sonriente se acerca al mío.

— ¡Mamá! ¡Qué asco! — río parando el video de nuestra boda, mi hija pequeña mira hacia mi de brazos cruzados — No pienso darle un beso así a nadie.

— Eso lo dices ahora.

— Pero deja que lo mantenga — escucho a Eric detrás de mi, dejando un beso en mi coronilla—, no le des besitos a nadie, Aina — ella asiente con una sonrisa adorable—. Menos preocupaciones.

— Eric... — me río negando, él suelta una carcajada abriendo un mueble de la cocina—, ¿qué tal el entrenamiento?

— Estoy reventando — se agacha y levanta en sus brazos al niño—. Hola, champ — pone el puño frente a Arnau, que se lo choca sonriente.

— Hola papi — lo abraza con cariño, Aina se acerca a ellos y rodea la pierna de su padre—. Aina quita — la mira desde arriba, la pequeña se cruza de brazos medio enfadada.

— No quiero berrinches — digo caminando hacia dónde están ellos, recojo a Aina entre mis brazos y camino con ella agarrada a mi torso—. ¿Los bañas contigo? Mientras voy preparando la cena — Eric asiente caminando a dónde estoy yo.

— Ya cojo yo todo, cariño — deja un beso en mi mejilla, sonrío notando como él coge a Aina entre sus brazos—. Vamos, demonios, al agua — los suelta en el suelo y pone una mano frente a ellos—. Tenéis que coger el pijama a la de una... dos... — levanta las manos, los dos hermanos se miran entre ellos con una sonrisa retadora—, ¡y tres! ¡Sin caerse! Que no quiero ir al hospital ahora.

Los dos pequeños echan a correr por el pasillo hacia sus habitaciones, me apoyo en la encimera mirando a Eric con media sonrisa. Él se gira antes de ir detrás de los mellizos.

— ¿Qué pasa?

— Que eres un capullo — viene hacia dónde estoy yo, rodeo su cuello con los brazos sonriendo—. Me dijiste que iba a venir a Barcelona contigo, y lo hice; que iba a casarme contigo, y lo hice, vestida de rosa — ríe—. No dijiste que íbamos a tener una familia, pero...

— Si que te dije que quería una familia contigo, de camino al hotel después de la boda. No quedó grabado, pero te lo dije. Te dije también que iban a tener los nombres más catalanes que se me pasasen por la cabeza — río notando su aliento sobre mis labios—. Todo lo hemos cumplido, cariño.

— Gracias por enseñarme a vivir, Eric — peino su pelo hacia atrás tragando saliva—. No sabes lo agradecida que estoy porque aparecieses aquel día en la cafetería.

— ¡Papá! ¡Gané! — Aina aparece corriendo por el pasillo con su pijama entre las manos, ambos la miramos enternecidos.

— Porque eres una tramposa — dice Arnau caminando detrás de ella, con una mano en la cabeza—, me empujaste.

— ¡Aina! — le echo la bronca, ella se cruza de brazos sonriendo.

— Papá dice que hay que jugar para ganar — ruedo los ojos mirando hacia Eric, que me sonríe y deja un beso en la mejilla antes de salir hacia los niños.

— Son secretos entre papá y Aina, mocosa — le da un toque en la espalda para que camine—. Pero no con tu hermano, ¿y si se hace daño? Te quedas sin hermano mayor, a ver quien cuida de ti.

— Perdón— dice la pequeña mirando hacia su hermano, que suspira dramáticamente antes de abrazarla.

— Para la siguiente te empujo a la piscina.

Camino hacia el mueble del salón y saco una libreta, llena de palabras escritas que recrean historias. Una caja completamente hecha de recuerdos.

— ¡No sé nadar! ¡Mamá! — río escuchándolos en el pasillo.

— ¡Estáis con papá ahora!

Abro la última pagina y sonrío viendo lo que hay, la primera polaroid de los mellizos en casa, en brazos de Eric. Su sonrisa traspasa la foto, la calidez de la misma es suficiente para abrazarme aunque él no lo haga.

Él fue mi Izarra, y lo sigue siendo. Por muchos años que pasen, Eric siempre será la estrella polar que me guíe a casa.

Starlight • Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora